David Horowitz, State in the Making, Nueva York: Alfred Knopf, 1953, pp. 233-234. 

En los años treinta, los líderes sionistas se dirigieron en algunas ocasiones a los habitantes árabes de Palestina, en busca de un diálogo sobre cómo se podrían reducir los desacuerdos nacionalistas entre las dos comunidades. David Ben Gurión, el director de la Agencia Judía, discutió en diversas ocasiones con miembros de la familia Nashashibi en Jerusalén, con Awni Abd al-Hadi, un acérrimo nacionalista palestino y, en los años cuarenta, con Musa al-Alami. También en los años cuarenta, poco después del Informe de la Comisión Especial de las Naciones Unidas para Palestina (en el que se apoyaba el establecimiento de un Estado árabe y uno judío en Palestina, un régimen internacional para Jerusalén y una unión económica entre los dos Estados proyectados), los sionistas continuaron dialogando con los líderes árabes de los Estados vecinos. Mantuvieron conversaciones con el emir Abdullah de Jordania, con varios líderes árabes sirios y, en septiembre de 1945, con el notable nacionalista egipcio Azzam Pasha, el primer secretario general de la Liga Árabe (1945-1952). Los tres miembros de la Agencia Judía que se reunieron con Azzam Pasha eran Aubrey (Abba) Eban, Jon Kimche y David Horowitz; todos trabajaban para la Agencia Judía en Palestina. Se reunieron con él en Oxford, Inglaterra, el 16 de septiembre de 1947. El relato de Horowitz de la reunión revela el rechazo total de Azzam Pasha al establecimiento del Estado judío. Este sugería, además, que la violencia sería la única salida y especulaba que los árabes podrían perder el control de Palestina. Los intentos sionistas de sostener un diálogo con los líderes palestinos o el líder de la Liga Árabe fueron infructuosos, tanto en su duración como en su contenido. En la descripción de la reunión, se puede conocer la opinión ostensiblemente antagónica de Azzam Pasha con relación al sionismo.

Ken Stein, mayo de 2011


Él [Jon Kimche], telefoneó una mañana inesperadamente, y dijo que era posible concertar una reunión con Abdul Rahman Azzam Pasha, líder y secretario general de la Liga Árabe. Acepté de inmediato, y se fijó una cita para las cinco de la tarde del día siguiente.

Aubrey, Jon Kimche y yo nos dirigimos al Hotel Savoy, donde se alojaba Azzam Pasha; poco después estábamos sentados con un árabe moreno, de cara delgada y ojos negros penetrantes, quien nos recibió con gran amabilidad.

Yo inicié la conversación. Después de exponer mi punto de vista sobre el informe de la UNSCOP, analicé la situación: “Los judíos son un hecho consumado en el Medio Oriente. Tarde o temprano los árabes tendrán que enfrentar y aceptar esta realidad. Ustedes los árabes no pueden erradicar o exterminar a más de medio millón de personas. Por nuestra parte, tenemos sinceros deseos de llegar a un acuerdo, y estamos preparados a hacer sacrificios para lograrlo.

”Dicho acuerdo llegará finalmente, así que, ¿por qué lo deben preceder las riñas, los enfrentamientos y el derramamiento de sangre? No existen intereses fundamentales en conflicto, ni obstáculos insuperables que se interpongan para llegar a un acuerdo. No estamos buscando expandirnos, conquistar o dominar a otros pueblos. Queremos integrarnos a la estructura del Medio Oriente, para así beneficiarnos mutuamente.

”Es un interés fundamental nuestro. Comprendo que no desea confiar en garantías y sentimientos nobles. Por lo tanto, estamos preparados para proponer un plan concreto a fin de coordinar los intereses y alcanzar una verdadera paz entre los dos pueblos.

”El plan se compone de tres partes:

”La primera comprende el aspecto político: es decir, se llega a un acuerdo con la Liga Árabe sobre la base de un sistema de derechos y obligaciones claramente definidos.

”La segunda comprende las garantías, y su objetivo será disipar las sospechas infundadas que usted abriga en torno a nuestras ambiciones expansionistas, a pesar de que insistimos y repetimos constantemente que nuestro único objetivo es reunir a cientos de miles de nuestros hermanos dentro de los límites que se nos han prescrito para dar nueva vida al desierto; y a pesar de que cualquier intento de nuestra parte por transgredir estos límites se enfrentaría a la oposición del mundo entero. Estamos preparados para otorgar garantías concretas, tanto de nuestra parte como de las Naciones Unidas. 

”Por último, el plan tendrá un aspecto económico, que será redactado con la colaboración de ambas partes y abordará el tema del desarrollo conjunto del Medio Oriente, para beneficio y prosperidad de las masas árabes”.

Azzam Pasha respondió: “El mundo árabe no está en humor para compromisos. Es muy posible, Sr. Horowitz, que su plan sea racional y lógico, pero el destino de las naciones no se decide mediante una lógica racional. Las naciones nunca ceden; ellas luchan. Ustedes no conseguirán nada por medios pacíficos o haciendo compromisos. Acaso, podrán lograr algo, pero solo por la fuerza de las armas. Trataremos de derrotarlos; no sé si lo lograremos, pero lo intentaremos. Logramos expulsar a los cruzados; sin embargo, por otra parte, perdimos a España y Persia. Es posible que lleguemos a perder el control de Palestina. Pero ya es demasiado tarde para hablar de soluciones pacíficas”.

Aubrey Eban manifestó: “El informe de la UNSCOP establece la posibilidad de llegar a un compromiso satisfactorio. ¿Por qué no deberíamos, por lo menos, tratar de llegar a un acuerdo en esos términos? En todo caso, nuestra propuesta es solo un primer borrador, y nos alegraremos de recibir cualquier contrapropuesta de su parte”.

Azzam Pasha contestó: “Un acuerdo solo será aceptable si se hace en nuestros términos. El mundo árabe los considera invasores y está listo para enfrentarse a ustedes. El conflicto de intereses entre las naciones no se presta, en su mayor parte, a la negociación; solo a la lucha armada”.

Horowitz expresó: “Entonces, ¿cree usted únicamente en la fuerza de las armas?, ¿cree usted que no ha habido progreso alguno en la forma de resolver las controversias entre los diferentes pueblos?”.

Azzam Pasha replicó: “Está en la naturaleza de los pueblos buscar la expansión y luchar por lo que consideran es esencial. Es posible que yo no represente, en todo el sentido de la palabra, el nuevo espíritu que anima a mi pueblo. Mi joven hijo, cuyo anhelo es luchar, sin duda representa este pensamiento mejor que yo. Ya no cree en nosotros, la gente de la vieja generación.

”A su regreso de una de las manifestaciones estudiantiles más violentas en contra de los británicos, le dije que, en mi opinión, los británicos abandonarían Egipto sin necesidad de sus manifestaciones. Me preguntó, sorprendido: ‘Padre, ¿acaso estás tan a favor de los británicos?’.

”Las fuerzas que impulsan a la gente no están sujetas a nuestro control. Son fuerzas objetivas. Quizás habría sido posible llegar a un acuerdo en el pasado, si se hubiera dado una unión de base. Pero ya no es posible. Ustedes hablan del Medio Oriente. Nosotros no reconocemos ese concepto. Solo pensamos en términos del mundo árabe. De todas las fuerzas que nos movilizan, no hay ninguna mayor que el nacionalismo. No necesitamos lograr un desarrollo económico con su ayuda. La única prueba para nosotros es la prueba de la fuerza. Si yo fuera un líder sionista, posiblemente me comportaría como ustedes, pues no tienen otra alternativa. En todo caso, el problema solo se puede solucionar ahora mediante la fuerza de las armas”.

La contundencia y el fanatismo de Azzam Pasha nos dejó una impresión muy profunda. Su perspectiva del mundo tenía algo del determinismo biológico de la teoría racial. El escenario realista que nos presentó era un escenario fatalista de fuerzas objetivas y casi ciegas que surgían y se derramaban de forma incontrolada en la historia.

Si bien es verdad que en nuestro diálogo subsiguiente Azzam proclamó su apego a los principios democráticos, sus creencias extremistas rayaban en un concepto fascista del mundo. La admiración que sentía por la fuerza y la violencia, que se evidenciaba en sus declaraciones, nos pareció tanto extraña como repugnante, y su descripción de cualquier intento por llegar a un compromiso o alcanzar la paz como una ilusión ingenua cerró todas las puertas a la esperanza.

A pesar del ambiente amable e incluso cordial, sentimos el pleno impacto histórico de este encuentro dramático. Con él desapareció el último intento por salvar las diferencias. La ilusión final de alcanzar una solución pacífica y de común acuerdo se había desvanecido.

Abandonamos el hotel y cruzamos la calle Strand, agitados y deprimidos. Azzam había logrado transmitirnos algo de su espíritu y su perspectiva. Vimos aparecer ante nosotros fuerzas latentes y poderosas, empujándonos irresistible e inevitablemente al borde de una guerra sangrienta, cuyo resultado nadie podía predecir”.