Yigal Allon, Lecciones de la Guerra de la Independencia

Extracto de Sefer Hapalmach, Israel: United Kibbutz, Israel, 1952-3, vol. 2, pp. 430-436. Traducido por Roni Eshel y condensado y editado por Ken Stein

Por razones de seguridad, el momento todavía no es propicio para publicar un análisis completo de las lecciones aprendidas de la guerra de la Independencia. Pero sería pertinente referirse a algunos aspectos que esclarecen y explican las principales razones que posibilitaron nuestra victoria, así como también analizar los puntos débiles del enemigo. Si bien existen diferencias entre los diferentes ejércitos árabes que combatieron contra nosotros, algunos de estos puntos débiles son comunes a todos ellos. 

Las siguientes son las principales reflexiones y lecciones de esta guerra:

A. La guerra que los países árabes desataron contra Israel fue forzada por los gobernantes árabes sobre sus propios pueblos. La guerra no respondía a una necesidad vital de esos países. Su objetivo no fue su supervivencia o su libertad. Este factor afectó negativamente la capacidad de resistencia de nuestro enemigo.  Por el contrario, el Yishuv judío luchaba por su existencia y libertad, en una guerra que no dejaba alternativa alguna y que constituía su último recurso. El Yishuv era completamente consciente de que una derrota acarrearía graves consecuencias y, además, sus miembros estaban plenamente convencidos de la justicia de su causa. 

B. Los ejércitos árabes carecían de un mando centralizado, algo así como una autoridad militar suprema que coordinara todos los frentes. Los gobiernos árabes se encontraban divididos y cada uno respondía a sus propios intereses y prioridades. Esta división también se vio agravada por el hecho de que estos sufrían de conflictos internos. Estos factores socavaron la cooperación y coordinación entre los países árabes, y afectaron su capacidad de sacar provecho de nuestras debilidades en los frentes de batalla. Esto nos permitió ser más efectivos especialmente en el momento en que estuvimos listos para lanzar nuestra ofensiva. Nosotros, contrariamente a ellos, nos mantuvimos con una capacidad de combate compacta y unida. Toda nuestra gente y fuerzas armadas operaban bajo un comando unificado.

C. El enemigo tampoco utilizó plenamente el potencial de sus recursos humanos. En realidad, los países árabes lograron reclutar ejércitos pequeños en relación al tamaño de sus poblaciones. Aun así, seguían siendo superiores en número a nuestras fuerzas, pero esto igual no les ayudó a obtener una ventaja decisiva sobre nosotros.

Su desempeño se puede discernir a partir de los siguientes hechos: las condiciones de atraso que caracterizaban a los regímenes feudales de los países árabes en general; la falta de atención de los gobernantes árabes hacia sus ciudadanos; y el temor de estos regímenes a rebeliones internas y a otras expresiones de insatisfacción social llevó a que sus ejércitos sean utilizados como instrumentos de protección de estos regímenes. De este modo, se evitó entrenar unidades de reserva precisamente por temor a que estos se levantaran contra sus gobiernos. Por el contrario, los israelíes utilizaron plenamente sus recursos humanos y la proporcionalidad numérica entre las fuerzas armadas y la población civil estuvo a nuestro favor.

D. La baja tasa de alfabetización de las poblaciones árabes dificultó la capacidad militar de nuestros enemigos. La organización de un ejército moderno es una tarea complicada. Comprender los fundamentos de la guerra, adquirir el conocimiento y aprender el uso de nuevos instrumentos técnicos requiere habilidades tecnológicas y culturales.

E. Pese a que los ejércitos árabes carecían de esas habilidades, igualmente alcanzaron un nivel relativamente alto de capacidad operativa. Pero a diferencia de ellos, los soldados israelíes disponían de una ventaja intelectual que les permitió manejarse con eficiencia, utilizar al máximo un arsenal limitado y alcanzar una alta capacidad táctica.

F. Los ejércitos árabes estudiaron la estructura y las tácticas de los ejércitos europeos y las copiaron textualmente sin adaptarlas a sus necesidades específicas. Los modelos europeos avanzados no se ajustaban a las circunstancias económicas y sociales de las naciones subdesarrolladas. Probablemente esta sea la razón por la cual los ejércitos árabes desplegaron tácticas y maniobras de guerra que eran bastante rudimentarias y parecían tomadas indiscriminadamente de un libro de texto.

Los ejércitos árabes tampoco recurrieron al uso de operaciones de comando que podrían haber sido útiles ya que presentaban un método adecuado de combate considerando las características del terreno donde las batallas tomaron lugar. 

Nuestros comandantes se beneficiaron de sus estudios de ejércitos extranjeros, pero se mantuvieron firmes en la idea de que la experiencia de estos se aplicaría selectivamente en las operaciones militares o sea siempre y cuando se adaptaran a nuestras necesidades y circunstancias específicas. Nuestra flexibilidad fue, sin duda, un factor importante que contribuyó a nuestras victorias militares. Este enfoque fomentó la rápida adaptación a las circunstancias cambiantes de las batallas, tanto en las unidades militares grandes que luchaban en combates convencionales como en las unidades pequeñas que combatían en guerra de guerrillas. 

Ya sea durante el día o en la noche, nuestra versátil estrategia nos permitió sorprender al enemigo y derrotarlo aun sin contar con una ventaja cuantitativa o un arsenal superior. Como es sabido, el factor sorpresa es muy importante en una guerra.

Es cierto que había unidades pequeñas y grandes en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) que emularon los métodos de los ejércitos extranjeros y especialmente aquellos utilizados por el ejército británico en cuanto a la disciplina, la educación y los métodos de entrenamiento y lucha. Pero pronto se hizo evidente que esas unidades, a pesar de sus calificados recursos humanos, estaban rezagadas respecto de otras unidades en lo que respecta a su cohesión, su espíritu de lucha y su capacidad de combate. Afortunadamente, todas las brigadas del Palmach y la mayoría de las unidades de campo de las FDI permanecieron fieles a los principios sociales y de lucha originales que había establecido la Haganá y fueron ellos quienes inclinaron la balanza a nuestro favor.

G. Además de nuestros métodos de entrenamiento y conceptos tácticos que se practicaron en la mayoría de nuestras unidades, también gozamos de la ventaja de nuestra experiencia militar previa.

Un gran número de soldados israelíes habían adquirido experiencia en la lucha contra pandillas árabes y en los enfrentamientos con motines árabes cuando servían en unidades de guardia y seguridad. Algunas de las brigadas militares judías fueron parte del ejército británico y muchos de nuestros combatientes usaron estos entrenamientos para luchar tanto en tierra como en el mar contra las mismas fuerzas británicas durante la época del Mandato.

Además, todas las unidades de la Haganá y principalmente del Palmach adquirieron experiencia militar en las primeras etapas de la Guerra de la Independencia luchando contra grupos árabes locales y “voluntarios” que provenían de países árabes vecinos antes de la invasión de los ejércitos árabes en territorio israelí. Aunque estas experiencias no fueron suficientes, otorgaron a los combatientes israelíes la oportunidad de actuar y reaccionar bajo fuego real.

La mayoría de los ejércitos invasores carecían de experiencia militar, aunque estaban bien entrenados en las formas más básicas de preparación militar. La Legión Transjordana había adquirido cierta experiencia en represión durante el golpe de Estado de Rashid Ali en Iraq en 1940 y también durante la ofensiva británica en Siria en 1941. Pero esta fue una experiencia militar limitada.

H. Los ejércitos invasores subestimaron la capacidad de combate de la población árabes local. Esta actitud llevó a la exclusión de miles de reclutas potenciales quienes conocían bien el país y podrían haber sido útiles en la guerra de guerrillas contra Israel. Esto no solo limitó las posibilidades de las fuerzas armadas de los países árabes, sino que también dejó a muchas poblaciones locales sin tareas prescritas que hubieran contribuido al esfuerzo bélico. Esto también impidió que los árabes locales defendieran efectivamente sus aldeas. Esto contribuyó al creciente número de personas que terminarían en los campos de refugiados, ya que una población no organizada tiende a entrar en pánico y huir ante los fracasos de aquellos ejércitos que estaban supuestos a defenderlos. Este fue el caso de la guerra que los árabes desataron en contra nuestro. 

[Por el contrario] La Haganá logró que la mayoría de la población judía se uniera a los esfuerzos bélicos. Esto se puso de manifiesto en la organización de todas las ciudades, pueblos y kibbutzim israelíes que poseían capacidad de resistencia lo cual fue evidente en los asentamientos pioneros tanto en las primeras líneas como dentro del país. Así, todas las regiones del país funcionaban como una red de pequeñas fortalezas que formaban la estructura fundamental de la defensa del país.

Este sistema de organización logró integrar activamente a la mayoría de los ciudadanos en el esfuerzo bélico. También permitió a las brigadas de combate desplegadas a lo largo de todos los frentes concentrarse en ofensivas militares contra los ejércitos invasores, sabiendo que los esfuerzos de defensa dentro del país estaban debidamente organizados.

Esto no quiere decir que todo haya salido bien. En realidad, la carga del peso de la guerra no se distribuyó por igual. La industria del país no estaba completamente orientada a las necesidades de guerra. También hubo quienes se beneficiaron personalmente al sacar provecho de la escasez de materiales. Otros problemas se derivaron de la ineficiencia de algunas instituciones políticas y públicas.

También hubo un atraso en el proceso de reclutamiento de recursos humanos, pero en general, la organización del público israelí fue muy superior a la del enemigo y fue un factor clave para lograr nuestra victoria.

I. La decisión de los líderes árabes al comienzo de la guerra de evacuar a la población árabe local de lugares donde había población árabe y judía mixta estuvo desacertada y se basó en dos cálculos erróneos: primero, impidió que los israelíes y los árabes en esas áreas mantuvieran una relación armoniosa y, en segundo lugar, calcularon que al “limpiar” esas zonas de población árabe les permitiría atacar y conquistar a la población israelí restante.

Esta estrategia demostró ser perjudicial tanto desde el punto de vista militar, como político. A pesar de la existencia de planes de evacuación, la población árabe local entró en estado de pánico y las evacuaciones se tornaron en una fuga en masa que terminó socavando el esfuerzo bélico de los ejércitos árabes. Este éxodo masivo bloqueó las principales rutas de transporte precisamente en el momento que se libraban fieras batallas. Esto provocó una desmoralización general en la población árabe del país.

Estos factores aliviaron los esfuerzos de la Haganá y más tarde de las FDI para conquistar y capturar las zonas evacuadas particularmente en aquellas áreas donde la población árabe local presentaba un peligro inminente. Contrariamente a las poblaciones árabes, cuando la población israelí se vio obligada a evacuar sus hogares, esta se hizo en pequeña escala y se aplicó solo a los ancianos, los niños y algunas mujeres. Dicha política fortaleció la confianza del público en general en nuestras fuerzas, cosa que contribuyó a la unificación de toda la población.

J. Los servicios de inteligencia de los árabes tuvieron muchas fallas sustanciales. Tales fallas no tuvieron que ver tanto con la calidad de la información que estos disponían sobre nuestras fuerzas, sino con su evaluación de las cualidades y la fortaleza militar y psicológica de nuestros soldados.

Como consecuencia, el enemigo calculó mal nuestras capacidades, subestimó la planificación de nuestras operaciones militares y mostró deficiencias y puntos débiles en su propio despliegue de tropas. Las fuerzas invasoras crearon entre sus propios soldados la ilusión de que las batallas serian breves y decisivas a su favor, lo cual redujo sus incentivos para el combate.

Como resultado, el enemigo no estuvo preparado para enfrentar una resistencia obstinada o largas y sangrientas batallas. No es de extrañar que cuando la verdad salió a la luz, el público árabe y sus fuerzas militares se vieron desilusionados y así la esperanza y el entusiasmo fueron reemplazados por la consternación y el desánimo.

Tal cambio en los estados de ánimo equivale a una media derrota desde un punto de vista militar. La falta de información precisa sobre el enemigo o su evaluación incorrecta puede llevar a la arrogancia y al menosprecio del adversario. Estos dos factores son igualmente peligrosos. Nuestro enemigo se equivocó al permitir que la imaginación y las fantasías eclipsaran un sobrio sentido de la realidad. 

Nuestra inteligencia militar no solo recopiló información de múltiples fuentes, sino que también tuvo la capacidad de evaluar con precisión las intenciones, así también como los puntos débiles y fuertes de nuestros enemigos. Muchos de nuestros comandantes hicieron buen uso de la información y así lograron aumentar la eficiencia de las unidades de inteligencia y reconocimiento. La capacidad demostrada por nuestros servicios de inteligencia fue uno de los principales factores que contribuyeron a la planificación y la ejecución de la mayoría de nuestras operaciones.

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K. Otro punto débil de nuestro enemigo provino de su organización y costumbres militares. La estructura feudal y jerárquica que existía en el sistema social árabe se reflejaba también en el ejército.

Los estratos dominantes en las instituciones económicas y gubernamentales civiles y públicas estaban compuestos por el cuerpo de oficiales del ejército, independientemente de sus calificaciones. Las supuestas clases bajas civiles, arrendatarios y trabajadores, eran los soldados regulares. La brecha existente entre los soldados ordinarios y sus comandantes con respecto a las rutinas diarias, el nivel de vida, la carga de la guerra y la exposición a peligros era muy amplia. La mayoría de los oficiales tenía muy poca consideración por sus soldados y estos a la vez, odiaban y despreciaban a sus oficiales. Esto condujo a una gran desconfianza en la jerarquía militar, que era algo muy común en muchas unidades. Este hecho también afectó la cohesión de las fuerzas armadas, lo cual es un componente esencial para lograr una victoria en el campo de batalla. 

Tal no fue el caso en nuestras fuerzas armadas. En casi todas nuestras unidades, había una sensación de camaradería entre los soldados y sus comandantes, no había diferencias de clase y existían relaciones amistosas entre todos los combatientes, independientemente de sus rangos.

Todos estos factores contribuyeron a la unidad y la cohesión de los combatientes [israelíes] y aumentaron la eficiencia operacional de sus unidades. Esto no minimiza la importancia de la disciplina. En realidad, la mejoró, porque todos reconocían que las formalidades y el estado militar eran secundarios con respecto al compromiso básico con una causa mayor que era la lucha por la existencia de un país y de sus valores.

L. El comandante israelí, especialmente el de rango bajo e intermedio es superior al comandante árabe. Es no solo un líder de combate sino también un educador. Cualquiera que entienda la importancia de la persona que impacta directamente a sus soldados y es responsable del manejo de la batalla entenderá fácilmente que las cualidades del comandante son la principal palanca para lograr la victoria.

M. Mientras los ejércitos árabes invasores eran extranjeros y consideraban a los árabes locales como inferiores y a los que supuestamente tenían que llevar a la victoria, los combatientes israelíes seguían un modelo diferente. La mayoría de los soldados israelíes, independientemente de sus rangos, tenían familiaridad con la tierra, conocían el terreno y usaron el conocimiento de la topografía del país para alcanzar una victoria final.

N. La estrategia de colonización del país constituyó el pilar sobre el cual se basaron los principios fundamentales de nuestra defensa. Durante los 15 años previos a la Guerra de la Independencia, las organizaciones que estaban a cargo de la empresa de colonización fueron guiadas por la Haganá que implementó una estrategia que tomaba en cuenta no solo las necesidades de defensa de los asentamientos en forma individual sino también establecía una estrategia de defensa general del país, aún antes de la creación de un estado independiente.

El establecimiento de nuevos asentamientos pioneros, especialmente los kibbutzim dentro de regiones pobladas predominantemente por árabes, requirió la planificación de su defensa tanto en tiempos de paz como de guerra. Y cuando estalló la guerra, esos asentamientos resultaron efectivos para prevenir los avances del enemigo y sirvieron también como plataformas desde donde lanzamos algunas de nuestras ofensivas militares.

Además, los asentamientos que se establecieron a lo largo de las rutas de transporte que conectaban entre las regiones árabes y los países árabes vecinos nos dieron la oportunidad de cortar esos caminos en las primeras etapas de la guerra y detener los convoyes invasores incluso antes de que entren al país. Desafortunadamente, no dispusimos de suficientes asentamientos a lo largo de esas rutas y fue difícil para las FDI evitar que en algunos casos el enemigo penetrara nuestras fronteras.

La participación activa de los colonos en los sistemas de defensa del país no solo ahorró recursos humanos, sino que también brindó a las FDI la capacidad de iniciar y lanzar una serie de ofensivas militares. La participación de los colonos en la defensa del país alivió la carga económica de los militares y sentó ejemplos inspiradores de tenacidad y perseverancia.

En retrospectiva, la estrategia de crear asentamientos israelíes como “anillos de defensa” alrededor de las ciudades y pueblos árabes en el país fue crucial, ya que determinó el futuro de esos centros de población árabe. Esa estrategia permitió a la FDI capturar ciudades como Tiberia, Haifa, Acre, Nazareth y muchas otras. Los centros de población árabe que no estaban rodeados por asentamientos israelíes hicieron que las batallas para alcanzarlos fueran mucho más difíciles y costosas.

Es fácil especular hoy en día (1950-52) cuál hubiera sido el destino y el estado de la Ciudad Vieja de Jerusalén si el Movimiento Sionista hubiera tenido el tiempo suficiente para consolidar los asentamientos pioneros israelíes alrededor de esa ciudad.

O. La sabia estrategia de guerra de la Haganá y más tarde de las FDI -aunque no careció de errores y fracasos- constituyó un factor decisivo para alcanzar nuestra victoria. Esta estrategia consistió en una defensa activa durante el gobierno británico del país, dándole a los británicos la oportunidad de salir de nuestro país según lo programado, pero a la vez sin darles excusas para posponer o cancelar su partida.

En los años previos a la retirada británica, se aprovechó el tiempo para adquirir equipamiento militar y también para organizar y entrenar a nuestras fuerzas. Esta estrategia se manifestó en la adquisición de más territorios para minimizar los riesgos de seguridad a lo largo de nuestras principales rutas de transporte y para poder desplegar nuestras fuerzas armadas ante la anticipada invasión de los ejércitos árabes. Llegado el momento, esta estrategia nos proporcionó un amplio margen de tiempo que nos permitió pasar de una modalidad de defensa activa a una ofensiva. Esta flexibilidad salvó al Negev, la Galilea occidental y la mayor parte de la Alta Galilea porque no tuvimos que recurrir a la evacuación de nuestros asentamientos en esas áreas, sino que los usamos activamente como parte de nuestras estrategias defensivas y ofensivas. Cometimos algunos errores en el manejo y la ejecución de la guerra, pero nuestra principal falla fue el haber cesado algunas de nuestras ofensivas prematuramente y no haber iniciado más operaciones militares que habrían sido cruciales.

Esto fue así especialmente en la etapa final de la guerra cuando tuvimos la oportunidad de aplastar a nuestros enemigos, ganar el derecho al Gran Israel y aun así poder lograr una paz duradera bajo los acuerdos de cese al fuego. Estos objetivos estuvieron al alcance del FDI en aquel momento.

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P. Los temas que hemos explicado en una sección anterior (N) y que constituyeron uno de los factores determinantes de nuestra victoria, derivaron de la existencia de la Haganá y sus diferentes filiales antes del establecimiento del Estado y más tarde también tal cual se manifestó con la creación de las FDI. Durante muchas décadas (antes de 1948) la Haganá reclutó miles de miembros, creó filiales locales, formó milicias y brigadas, creó un comando central y entrenó cientos de comandantes. La Haganá también proveyó de capacidad de combate a los asentamientos judíos, adquirió armas aun operando en la clandestinidad, formó una ideología e inició una tradición militar. El espíritu de voluntariado y las iniciativas de generaciones de pioneros condujeron a una victoria que alteró nuestra historia.

Q. Ningún milagro ocurrió durante la Guerra de la Independencia. Todos aquellos que están familiarizados con los sacrificios y los esfuerzos extremos que se invirtieron, no pueden atribuir nuestra victoria a una definición abstracta de “milagro”.

Todo lo que se ha logrado puede explicarse lógica y científicamente. Si realmente ha sucedido un milagro, entonces hay solo uno: entender los milagros como herejía. Esa “herejía” llevó a la creación de la Haganá y más tarde a la del Palmach (Fuerzas de Choque) a tiempo para prepararnos para lograr una victoria histórica.

Si la Haganá hubiera usado todo el potencial del pueblo judío y del Yishuv, el enemigo se hubiera encontrado con una oposición aún mucho más fuerte y feroz. Pero a la Haganá se le debería atribuir el hecho de que utilizó eficientemente los limitados recursos que la Agencia Judía y otras instituciones públicas le asignaron. 

Se puede decir que, si bien la Haganá era solo una organización paramilitar subordinada a la autoridad de un gobierno “pre-estatal”, no solo cumplió sus objetivos militares, sino que también llevó la bandera de un movimiento de liberación nacional.

R. Todos los factores que se han mencionado constituyeron la ventaja que nos llevó a una victoria decisiva. El hecho que más se destaca es que contábamos con una ventaja cualitativa contrariamente a la capacidad de nuestro enemigo de amasar grandes fuerzas físicas. Es razonable afirmar que la lección principal de la guerra es que el liderazgo de la Haganá logró anticipar una inevitable confrontación militar mucho antes de que esta ocurriera.

Cuando la guerra estaba por terminar, se alcanzaron acuerdos de cese de fuego entre Israel y sus enemigos (que en realidad era un solo enemigo unificado). Estos enemigos buscaron eliminar a Israel y destruirla en el momento de nacer. No hay duda de que nuestros líderes se guiaron por muchas consideraciones políticas cuando decidieron detener los avances de nuestro ejército y acordaron iniciar negociaciones de cese al fuego como medio para lograr la paz con nuestros países árabes vecinos.

Está claro que grandes dificultades diplomáticas forzaron a nuestro gobierno a abandonar la lucha por el gran Israel y por ampliar fronteras todavía no definidas. Además, nuestro gobierno tuvo que aceptar que nuestro enemigo mantuviera bases militares dentro de las fronteras de Eretz Israel. Estas consideraciones políticas y diplomáticas colocaron a Israel en una situación de peligro permanente.

Con demasiada frecuencia uno podría preguntarse con preocupación si es que “ganamos la batalla, pero perdimos la paz”. Pero al final de cuentas debemos valorar lo que tenemos actualmente y prepararnos adecuadamente para el futuro.

[1] Yigal Allon nació en Kfar Tabor, Palestina en 1918. En 1941 fue uno de los fundadores del Palmach el cual comandó desde 1945 hasta 1948. Tanto Yitzhak Rabin como Moshe Dayan sirvieron bajo su mando en la Haganá durante la Guerra de la Independencia. Allon fue elegido al parlamento israelí (Kneset) en 1954 y sirvió en esa institución hasta su muerte en 1980. Ocupó varios puestos ministeriales e inclusive llego a ser primer ministro interino por un breve período de tres semanas en 1969. Ese año Alón ofreció una propuesta estratégica para la retención israelí del Valle del Jordán en la Cisjordania.