20 de noviembre del 2017
El liderazgo se trata de tener claro sus propios objetivos y de implementar las tácticas para lograrlos. El liderazgo también se trata de la toma de decisiones y de las consecuencias.
En el mes de noviembre de 2017 se celebra el 40 aniversario de la visita a Jerusalén por parte del presidente egipcio Anwar Sadat, así como de su discurso histórico pronunciado hacia el parlamento israelí durante su visita. Esos eran días emocionantes en Israel al igual que en el resto del mundo. Existía una auténtica esperanza para una paz amplia a nivel del Medio Oriente.
La visita a Jerusalén y el discurso histórico eran una vía para llegar al fin, y no el fin en sí mismos. Sadat veía las negociaciones como una vía para recuperar el Sinaí del control de Israel. Sus objetivos a largo plazo se centraban en mejorar la economía egipcia, y al igual la vida del ciudadano común egipcio. Sadat quería forjar un espacio noble para sí mismo por delante de su predecesor carismático y de perfil destacado, Gamel Abdul Nasser.
Nasser fue el líder panárabe quien escogió el socialismo árabe para impulsar su economía. Durante la Guerra Fría, Nasser alineó estrechamente al Egipto con Moscú y proclamó la liberación de Palestina como su causa central. Al llevar a Egipto a una derrota aplastante frente a Israel en la Guerra de Junio 1967, Nasser sufrió la pérdida de la Península del Sinaí e incurrió una mala nota sobre el honor nacional de Egipto.
Lo que es cierto, es que Sadat entró en negociaciones con Israel porque lo tenía que hacer, no porque amaba secretamente al sionismo. Afortunadamente para Sadat, encontró líderes israelíes dispuestos a negociar en Golda Meir, Yitzhak Rabin, Menachem Begin, y Moshe Dayan quienes querían terminar la guerra con Egipto; cada uno de ellos buscaba maneras creativas para llegar a un acuerdo provisional y fundamentalmente a un tratado de paz entre Israel y su amenaza existencial más peligrosa. Sadat sabía desde el comienzo que la clave para el futuro de Egipto se podía encontrar en Washington como banquero y mediador. Abruptamente se alejó de Moscú, se distanció de sus colegas árabes, y puso los intereses de la población de Egipto por delante de la causa Palestina o la destrucción de Israel.
Al embarcar en la Guerra de Octubre de 1973, Sadat tenía un propósito estrechamente definido. En abril del año anterior, Sadat mandó a su Consejero de Seguridad Nacional a que se reuniera con el Secretario de Estado Kissinger, y ahí encontró a los EE.UU totalmente desinteresados en iniciar una iniciativa de negociación para regresar el Sinaí a la soberanía egipcia. Sadat hizo una apuesta cuando se lanzó a la guerra, pero del ataque sorpresa sobre Israel creó su propia oportunidad. Por medio de la CIA, según informes, durante la primera semana de la guerra, Sadat le dijo a Kissinger de su interés para negociar. Lo anterior fue confirmado por un miembro del Departamento de Estado de Kissinger en aquel momento, Joseph Sisco, quien en febrero de 1992 me dijo en una entrevista que “la decisión de Sadat de entrar en guerra fue precisamente para lograr lo que él quería, el comienzo de una negociación con los americanos.”
Después de la Guerra de Octubre de 1973, Sadat le dijo a su Jefe de Gabinete, “Egipto no estaba haciendo la paz con Israel, sino con los EE.UU.” En árabe, el Jefe de Gabinete egipcio le dijo a una contraparte israelí en aquel momento, ¡“Halasna Filastin!” (Hemos terminado con Palestina). Entre 1973 y su asesinato en 1981, Sadat tomó otras acciones atrevidas para que las negociaciones continuaran hacia adelante, incluyendo su viaje a Jerusalén.
En el momento de su muerte, la cuenta mostró que Sadat con éxito se había enfocado en Egipto primero. Cairo se convirtió en el mejor amigo de Washington en el Medio Oriente, negoció el retiro de Israel del Sinaí, hizo que desmontaran los asentamientos israelíes del Sinaí, recibió grandes montos en asistencia internacional de los EE.UU, avanzó gradualmente su economía hacia el capitalismo, y entró en una relación de suministro militar a largo plazo con Washington. Por supuesto, los EE.UU aseguraron el cambio de dirección de Egipto, quizás el triunfo más importante para Washington sobre Moscú en la Guerra Fría. Por su decisión de impulsar a Egipto dramáticamente en otras direcciones, Sadat pago con su vida.
En los años 80, Egipto fue boicoteado y severamente condenado por los líderes árabes. El líder de la Organización para la liberación de Palestina (OLP), Abu Iyad, dijo en enero de 1991, “elpeor día en la vida de todos los palestinos fue aquel cuando llegó Sadat a Jerusalén y la bandera de Israel ondeó sobre su cabeza.”
Y, sin embargo, en 1991, la misma OLP ya estaba abarcando la posibilidad de alcanzar un acuerdo con Israel.
Al reflexionar, en noviembre de 2017 también se celebra el 70 aniversario de la Resolución de la ONU que sugirió la división de Palestina en dos estados. Nos podríamos preguntar, ¿Qué tan diferente hubiera sido el Medio Oriente si los estados árabes y los palestinos hubiesen aceptado las realidades geopolíticas en 1947 de crear un estado judío y árabe de lado a lado en Palestina?
Sadat demostró que el liderazgo también se trata de arriesgarse, de ser pragmático, de descartarse de ideologías paralizantes, y de mirar por encima del horizonte para el beneficio del pueblo.
Ken Stein es presidente del Centro para la educación de Israel, enseña en la Universidad de Emory y es el autor de; Diplomacia heroica: Sadat, Kissinger, Carter, Begin y la búsqueda de la paz árabe-israelí, 1999. www.israeled.org