3 de marzo de 2015
http://www.pmo.gov.il/English/MediaCenter/Speeches/Pages/speechCongress030315.aspx
Dos semanas antes de las vigésimas elecciones parlamentarias de Israel y cuatro semanas antes de que se tomara una decisión sobre las negociaciones nucleares multilaterales que se estaban llevando a cabo con Irán, con el fin de dramatizar el miedo existencial que vivía Israel ante las intenciones de los iraníes, el primer ministro israelí, Netanyahu, se dirigió a una sesión conjunta del Congreso de los Estados Unidos. Sumamente inquietados por la llamada directa a la presión por parte del Congreso, el Gobierno de Obama y 53 demócratas boicotearon el discurso. La presencia del primer ministro de Israel y la enardecida recepción que le ofreció elCongreso, en su mayoría republicano, exacerbaron la sensible relación que existe entre los dos poderes del Gobierno. Para la Casa Blanca, la forma y el contenido del discurso ponían en jaque el predominio en la formulación de la política exterior del Poder Ejecutivo y la esencia de las decisiones sobre política exterior. Este fue el tercer discurso de Netanyahu ante la sesión conjunta del Congreso, solo Winston Churchill se dirigió a este organismo el mismo número de veces.
A lo largo del discurso, Netanyahu recordó al público el vínculo inquebrantable que existe entre Israel y los Estados Unidos y las declaraciones fueron recibidas sistemáticamente con (26) ovaciones de pie. A su vez, elogió con sinceridad la respuesta veloz del Gobierno de Obama a la llamada de ayuda de Israel con la provisión de sistemas antimisiles de la Cúpula de Hierro durante el enfrentamiento del país con Hamás durante el verano de 2014.
Casi de inmediato pasó a criticar con sumo detalle la dedicación del Gobierno en llegar a un acuerdo con Irán que permitiría a Teherán mantener su programa nuclear. En especial, criticó que el Gobierno pensara que una advertencia de un año para el tiempo de ruptura de Irán para desarrollar un dispositivo nuclear sería suficiente para que las potencias interesadas detuvieran esa eventualidad. Enérgicamente, el primer ministro de Israel opinó lo contrario afirmando que todo acuerdo debía dejar a Irán más lejos de un programa nuclear de lo que estaba en ese momento; que las limitaciones sobre el programa nuclear de Irán debían tener un alcance ilimitado; que el levantamiento de las sanciones debía depender de que Irán cambiara su comportamiento político en la región, en particular su apoyo al terrorismo, a los levantamientos y a los Gobiernos que avalaban las iniciativas de política exterior hegemónica de Teherán; y exigiendo un alto a las repetidas amenazas por parte de Irán de borrar a Israel del mapa. Si al oyente le quedaba alguna duda, el primer ministro dejó claro que Israel ve el programa nuclear de Irán y los compromisos en Medio Oriente y más allá como una amenaza existencial para el Estado judío.
Cabe destacar que, en su articulado discurso, Netanyahu no exigió que Irán redujera su programa de enriquecimiento nuclear a cero. En discursos públicos anteriores sí había hecho esta exigencia; pidió a la comunidad internacional de naciones que pusieran a prueba las intenciones y el comportamiento de Irán. Declaró: “Si las potencias del mundo no están preparadas para insistir en que Irán cambie su comportamiento antes de que se firme un acuerdo, como mínimo deberían insistir en que Irán cambie su comportamiento antes de que el acuerdo caduque. Si Irán cambia su comportamiento, se levantarían las restricciones [sobre su programa nuclear]. Si Irán no cambia su comportamiento, no deberían levantarse las restricciones”.
En respuesta al discurso, el presidente Obama expresó: “…No ha habido nada nuevo… El primer ministro no ha propuesto ninguna alternativa viable [al acuerdo nuclear con Irán que se encuentra en su etapa preliminar]…” Sin embargo, el Partido Republicano mostró un fuerte apoyo al mensaje de Netanyahu al Congreso. Haciendo enfadar aún más a la Casa Blanca, cinco días después del discurso, 47 senadores de los Estados Unidos enviaron una carta abierta a los dirigentes de Irán advirtiéndoles que cualquier acuerdo nuclear que firmaran podría caducar una vez que terminara el Gobierno de Obama. Más tarde, el 20 de marzo de 2015, 367 miembros de la Cámara de Representantes enviaron una carta a la Casa Blanca utilizando su influencia sobre un posible acuerdo con Irán, destacando que, en caso de que se “llegara a un acuerdo con Irán, la reparación permanente de las sanciones impuestas por el Congreso requeriría una legislación nueva. A la hora de examinar dicho acuerdo, el Congreso debe estar convencido de que sus términos excluyen cualquier posibilidad de que Irán obtenga una bomba, y solo entonces el Congreso podrá considerar el levantamiento permanente de las sanciones. Resolver la crisis nuclear con Irán sigue siendo un asunto de suma importancia para la seguridad de nuestra nación”.
No está claro qué impacto tuvo el discurso de Netanyahu a la hora de desencadenar distintas iniciativas por parte de senadores y del Congreso sobre la cuestión nuclear de Irán, qué impacto tuvo el discurso sobre el triunfo del primer ministro en las elecciones parlamentarias de Israel el 17 de marzo de 2015 o qué impacto tuvo el discurso sobre el contenido de las negociaciones en curso en materia nuclear entre los países P5+1 e Irán. Lo que está claro es que Irán, del mismo modo en que lo había hecho durante la década previa ante las restricciones por parte de la comunidad internacional, continuó posponiendo y retrasando el acuerdo con la esperanza de que la ambigüedad estructurada le permitiera, en última instancia, desarrollar su capacidad nuclear.
–Ken Stein, marzo de 2015.
Presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner,
presidente pro témpore, senador Orrin Hatch,
líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell,
líder de la minoría en la Cámara Baja, Nancy Pelosi,
y líder de la mayoría en la Cámara Baja, Kevin McCarthy,
también quiero saludar al senador, líder del Partido Demócrata, Harry Reid. Me alegro de verlo recuperado, Harry. Supongo que es cierto lo que dicen de que un buen hombre siempre se levanta.
Amigos míos, me siento muy honrado por la oportunidad de hablar por tercera vez ante el órgano legislativo más importante del mundo, el Congreso de los Estados Unidos. Quiero darles las gracias a todos por estar aquí hoy. Sé que mi discurso ha generado una viva polémica. Lamento profundamente que algunos perciban mi presencia como un asunto político. En ningún momento ha sido mi intención.
Demócratas y republicanos, quiero agradecerles por su apoyo común a Israel, año tras año, década tras década. Sé que cualquiera que sea el lado del pasillo en el que se sientan, siempre están junto a Israel. La notable alianza entre Israel y los Estados Unidos siempre ha estado por encima de la política. Y debe permanecer siempre por encima de la política. Porque los Estados Unidos e Israel compartimos un destino común, el destino de las tierras prometidas que aman la libertad y ofrecen esperanza. Israel está muy agradecido por el apoyo del pueblo estadounidense y de los presidentes de los Estados Unidos, desde Harry Truman hasta Barack Obama.
Apreciamos todo lo que el presidente Obama ha hecho por Israel. Algunas cosas son de conocimiento público. Algunas cosas son de conocimiento público, como fortalecer la cooperación en materia de seguridad y el intercambio de inteligencia, y oponerse a las resoluciones de la ONU en contra de Israel.
Algunas de las cosas que el presidente ha hecho por Israel son menos conocidas. Lo llamé en 2010 cuando tuvimos el incendio forestal en el Carmel y enseguida aceptó responder a mi llamada de ayuda urgente. En 2011, nuestra embajada en El Cairo estuvo sitiada y de nuevo proporcionó ayuda de vital importancia en un momento crítico. O su apoyo para contar con más interceptores de misiles durante nuestra operación el verano pasado cuando nos enfrentamos a los terroristas de Hamás. En cada uno de esos momentos, llamé al presidente y él estuvo ahí.
Y algunas de las cosas que el presidente ha hecho por Israel tal vez no se sepan nunca porque respectan a las cuestiones más sensibles y estratégicas que surgen entre un presidente de los Estados Unidos y un primer ministro de Israel. Pero yo las sé, y siempre estaré agradecido al presidente Obama por su apoyo.
Israel les está agradecido a ustedes, el Congreso de los Estados Unidos, por su apoyo, por apoyarnos de tantas maneras, en especial con ayuda militar y una defensa antimisiles generosas, incluida la Cúpula de Hierro. El verano pasado, millones de israelíes estuvieron protegidos de los miles de cohetes de Hamás gracias a que esta magnífica cúpula ayudó a construir nuestra Cúpula de Hierro.
Muchas gracias, Estados Unidos. Muchas gracias por todo lo que han hecho por Israel.
Amigos míos, he venido aquí hoy porque, como primer ministro de Israel, me siento en la obligación profunda de hablarles acerca de un asunto que bien podría amenazar la supervivencia de mi país y el futuro de mi pueblo: la búsqueda de armas nucleares por parte de Irán.
Nosotros somos un pueblo antiguo. En nuestros casi 4000 años de historia, muchos han tratado sistemáticamente de destruir al pueblo judío. Mañana por la noche, en la festividad judía de Purim, leeremos el Libro de Ester. Leeremos acerca de un virrey persa llamado Amán que ideó una conspiración para destruir al pueblo judío hace unos 2500 años. Sin embargo, una valiente judía, la Reina Ester, puso al descubierto la conspiración y dio al pueblo judío el derecho a defenderse contra sus enemigos. La conspiración quedó desbaratada. Nuestro pueblo, salvado.
Hoy, el pueblo judío enfrenta otra tentativa de destruirnos por parte de otro potentado persa. El líder supremo de Irán, el ayatolá Jamenei, arroja el odio más antiguo, el odio más antiguo del antisemitismo con la tecnología más nueva. Publica mensajes en Twitter que dicen que Israel debe ser aniquilado. En Twitter. Saben que en Irán internet no es precisamente libre. Sin embargo, escribe en inglés en Twitter que Israel debe ser destruido.
Aquellos que creen que Irán amenaza al Estado judío, pero no al pueblo judío, escuchen a Hassan Nasrallah, el líder de Hezbollah, el el principal representante terrorista de Irán. Declaró: Si todos los judíos se reúnen en Israel, nos ahorrarán el problema de tener que perseguirlos por el mundo.
Pero el régimen de Irán no es meramente un problema de los judíos, como tampoco lo fue el régimen nazi. Los 6 millones de judíos asesinados por los nazis no fueron más que una fracción de las 60 millones de personas que murieron en la Segunda Guerra Mundial.
Por lo tanto, el régimen de Irán también presenta una grave amenaza, no solo para Israel, sino para la paz en todo el mundo. Para entender cuán peligroso podría ser Irán en posesión de armas nucleares, debemos entender plenamente la naturaleza del régimen. El pueblo iraní es un pueblo muy talentoso. Son los herederos de unas de las civilizaciones más destacadas del mundo. Sin embargo, en 1979, fueron secuestrados por fanáticos religiosos, fanáticos religiosos que inmediatamente les impusieron una dictadura siniestra y cruel.
Ese año, los fanáticos redactaron una constitución, una constitución nueva para Irán. Ordenaba a la Guardia Revolucionaria no solo proteger las fronteras del país, sino también cumplir la misión ideológica de la yihad. El fundador del régimen, el ayatolá Jomeini, exhortaba a sus seguidores a “exportar la revolución a todo el mundo”.
Yo estoy aquí, en Washington, D. C. y la diferencia es abismal. El documento fundador de los Estados Unidos promete vida, libertad y la búsqueda de la felicidad. El documento fundador de Irán promete muerte, tiranía y la búsqueda de la yihad. Y a medida que los Estados colapsan en todo Medio Oriente, Irán está irrumpiendo en el vacío con el fin de hacer exactamente eso.
Los matones de Irán en Gaza, sus lacayos en El Líbano, su Guardia Revolucionaria en los Altos del Golán están sujetando a Israel con tres tentáculos del terror. Con el respaldo de Irán, Assad está masacrando sirios. Con el respaldo de Irán, Irak está siendo devastado por milicias chiitas. Con el respaldo de Irán, los hutíes están tomando el control de Yemen y amenazando los estrechos estratégicos en la desembocadura del Mar Rojo. Sumados al estrecho de Ormuz, darían a Irán un segundo punto de paso forzoso sobre el suministro del petróleo del mundo. Justo la semana pasada, cerca de Ormuz, Irán llevó a cabo un ejercicio militar en el que hizo estallar un modelo de un portaaviones estadounidense. Esto fue la semana pasada, mientras están en plenas negociaciones en materia nuclear con los Estados Unidos. Sin embargo, por desgracia, durante los últimos 36 años, los ataques de Irán hacia los Estados Unidos han sido mucho más que un simulacro. Y los objetivos también han sido más que reales.
Irán tomó como rehenes a decenas de estadounidenses en Teherán, asesinó a cientos de soldados estadounidenses, infantes de marina, en Beirut, y fue responsable de matar y dejar lisiados a miles de militares estadounidenses en Irak y en Afganistán.
Más allá de Medio Oriente, Irán ataca a los Estados Unidos y a sus aliados por medio de su red de terrorismo mundial. Voló por los aires el centro comunitario judío y la Embajada de Israel en Buenos Aires. Ayudó a al-Qaida a bombardear embajadas de los Estados Unidos en África. Hasta trató de asesinar al embajador de Arabia Saudita, aquí mismo, en Washington, D. C.
En Medio Oriente, Irán controla en este momento cuatro capitales árabes: Bagdad, Damasco, Beirut y Saná. Si no se hace nada por detener la agresión iraní, lo más probable es que esta continúe.
Por lo tanto, en un momento en el que muchos esperan que Irán pase a formar parte de la comunidad de las naciones, Irán está ocupado devorando a las naciones. Debemos unirnos para detener el avance conquistador, el sometimiento y el terrorismo de Irán.
Hace dos años, nos pidieron que diéramos al presidente Rouhaní y al ministro de Relaciones Exteriores Zarif la oportunidad de traer cambio y moderación a Irán. ¡Vaya cambio! ¡Vaya moderación! El Gobierno de Rouhaní cuelga a los homosexuales, persigue a los cristianos, encarcela a los periodistas y ejecuta a aún más prisioneros que antes.
El año pasado, el mismo Zarif, que tanto gusta a los diplomáticos occidentales, depositó una corona en la tumba de Imad Mughniyeh. Imad Mughniyeh es el cerebro terrorista que ha derramado más sangre estadounidense que ningún otro, aparte de Osama bin Laden. Me gustaría ver que alguien le hiciera una pregunta sobre eso.
El régimen de Irán es tan radical como siempre lo ha sido, sus gritos de “Muerte a los Estados Unidos”, los mismos Estados Unidos a los que denomina el “Gran Satán”, son tan fuertes como siempre. Ahora bien, no debería sorprendernos, ya que la ideología del régimen revolucionario de Irán está sumamente arraigada al Islam militante y por eso es que este régimen siempre será enemigo de los Estados Unidos.
No se dejen engañar. La batalla entre Irán e ISIS no convierte a Irán en amigo de los Estados Unidos. Irán e ISIS están compitiendo por la corona del Islam militante. Uno se hace llamar la República Islámica. El otro se hace llamar el Estado Islámico. Ambos desean imponer un imperio islámico militante primero en la región y después en todo el mundo. Lo único en lo que no están de acuerdo sobre quién será el gobernante de dicho imperio.
En este juego de tronos mortal, no hay lugar ni para los Estados Unidos ni para Israel, no hay paz para los cristianos, los judíos ni los musulmanes que no compartan el credo medieval islamista, no hay derechos para las mujeres ni libertad para nadie. Por lo tanto, en lo que respecta a Irán y a ISIS, el enemigo de su enemigo es su enemigo.
La diferencia es que ISIS está armado con cuchillos de carnicero, armas incautadas y YouTube, mientras que Irán pronto podría estar armado con misiles balísticos intercontinentales y bombas nucleares. Debemos recordar siempre, lo diré una vez más, que el mayor peligro al que nuestro mundo se enfrenta es la unión entre el Islam militante y las armas nucleares. Derrotar a ISIS y permitir que Irán obtenga armas nucleares sería ganar la batalla pero perder la guerra. No podemos permitirlo.
Pero eso, amigos míos, es exactamente lo que podría suceder si Irán acepta el acuerdo que se está negociando en estos momentos. Ese acuerdo no impedirá que Irán desarrollara armas nucleares, en todo caso, más bien garantizaría que Irán obtuviera esas armas; muchas de ellas.
Permítanme explicar por qué. A pesar de que el acuerdo final todavía no se ha firmado, ciertos elementos de cualquier acuerdo posible son ahora un asunto de dominio público. No hacen falta agencias de inteligencia e información secreta para conocerlos. Se pueden buscar en Google. Ante la ausencia de un cambio drástico, sabemos con certeza que todo acuerdo incluirá dos importantes concesiones a Irán.
La primera concesión importante dejaría a Irán con una vasta infraestructura nuclear, proporcionándoles un tiempo de ruptura breve para fabricar la bomba. El tiempo de ruptura es el tiempo que lleva acumular suficiente uranio o plutonio aptos para crear una bomba nuclear.
Según el acuerdo, no se demolería ninguna instalación de uso nuclear. Miles de centrifugadoras utilizadas para enriquecer uranio seguirían girando. Miles más serían desconectadas temporalmente, pero no destruidas.
Dado que el programa nuclear de Irán quedaría en gran medida intacto, el tiempo de ruptura sería muy breve, de alrededor de un año según los cálculos de Estados Unidos, incluso menor según los de Israel.
Y si no se detienen los esfuerzos de Irán por conseguir centrifugadoras avanzadas centrifugadoras cada vez más rápidas, el tiempo de ruptura podría ser aún menor, muchísimo menor.
Es cierto que se impondrían algunas restricciones al programa nuclear de Irán y que la adhesión de Irán a esas restricciones sería supervisada por inspectores internacionales. Pero hay un problema. Verán, los inspectores documentan las violaciones, no las detienen. Los inspectores sabían que Corea del Norte estaba desarrollando la bomba, pero eso no cambió nada. Corea del Norte apagó las cámaras y echó a los inspectores. En pocos años consiguieron la bomba.
Ahora nos advierten que en un plazo de cinco años Corea del Norte podría contar con un arsenal de 100 bombas nucleares.
Del mismo modo que Corea del Norte, Irán también ha desobedecido a los inspectores internacionales. Lo ha hecho en al menos tres ocasiones: 2005, 2006 y 2010. Del mismo modo que Corea del Norte, Irán rompió las cerraduras y apagó las cámaras. Sé que esto no los va a sorprender, pero Irán no solo desobedece a los inspectores, sino que también juega a las escondidas y los engaños con ellos.
El organismo de vigilancia nuclear de la ONU, la OIEA, volvió a informar ayer de que Irán continúa negándose a revelar su verdadero programa nuclear militar. Irán también fue sorprendido, no una sino dos veces, operando instalaciones nucleares secretas en Natanz y en Qom; instalaciones que los inspectores ni siquiera sabían que existían.
En este instante, Irán podría estar ocultando instalaciones nucleares que los Estados Unidos e Israel desconocen. Como declaró el antiguo jefe de inspecciones de la OIEA en 2013: “Si en la actualidad no existe ninguna instalación no declarada en Irán, sería la primera vez en 20 años que no cuentan con una”. Irán ha demostrado una y otra vez que no es de fiar. Y por eso es que la primera concesión importante es una fuente de gran inquietud. Deja a Irán con una infraestructura nuclear enorme y depende de los inspectores para impedir una evasión. Esa concesión crea el peligro real de que Irán consiga la bomba violando el acuerdo.
Sin embargo, la segunda concesión importante aumenta el peligro de que Irán fabrique la bomba ateniéndose al acuerdo. Prácticamente todas las restricciones del programa nuclear de Irán caducarán automáticamente en aproximadamente una década. Una década puede parecer mucho tiempo en la vida política, pero no es más que un abrir y cerrar de ojos en la vida de una nación. Es un abrir y cerrar de ojos en la vida de nuestros niños. Todos tenemos la responsabilidad de analizar qué pasará cuando la capacidad nuclear de Irán sea prácticamente ilimitada y se hayan suprimido todas las sanciones. Entonces Irán tendría la libertad de construir una capacidad nuclear enorme que podría fabricar muchas, muchísimas bombas atómicas.
El líder supremo de Irán lo dice abiertamente. Declara que Irán planea tener 190 000 centrifugadoras, no 6000, ni siquiera las 19 000 que tiene hoy, sino 10 veces esa cantidad: 190 000 centrifugadoras para enriquecer uranio. Con esta capacidad inmensa, Irán podría producir combustible para un arsenal nuclear completo y además en solo unas semanas, una vez que se decida a hacerlo.
Mi buen amigo, John Kerry, el secretario de Estado, confirmó la semana pasada que Irán podría poseer legítimamente esa capacidad centrífuga inmensa cuando el acuerdo caduque.
Quiero que piensen sobre esto. El principal patrocinador del terrorismo mundial podría estar a semanas de distancia de tener uranio enriquecido suficiente para desarrollar un arsenal completo de armas nucleares, y además con la plena legitimidad internacional.
Y, por cierto, si el programa de misiles balísticos intercontinentales no es parte del acuerdo y, por el momento, Irán se niega incluso a ponerlo sobre la mesa de negociaciones, entonces podría contar con los medios para enviar ese arsenal nuclear a los rincones más remotos de la Tierra, incluido cada rincón de los Estados Unidos. Ya lo ven, amigos míos, este acuerdo hace dos concesiones importantes: una, permitir que Irán cuente con un programa nuclear inmenso y la otra, suprimir las restricciones de dicho programa dentro de una década aproximadamente. Por eso es que este acuerdo es tan malo.
No obstruye el camino de Irán hacia la bomba, allana el camino de Irán hacia la bomba.
Entonces, ¿por qué alguien querría firmar este acuerdo? ¿Por qué esperan que Irán cambie para mejor en los próximos años o porque creen que la alternativa a este acuerdo es aún peor?
No estoy de acuerdo. No creo que el régimen radical de Irán vaya a cambiar para mejor tras el acuerdo. Este régimen ha estado en el poder durante 36 años, y su voraz apetito de agresión crece cada año que pasa. Este acuerdo solo abriría aún más el apetito de Irán.
¿Sería menos agresivo Irán si se levantaran las sanciones y su economía fuera más fuerte? Si en este momento Irán está devorando cuatro países mientras las sanciones están en vigencia, ¿cuántos países devorará cuando se supriman? ¿Financiaría menos terrorismo si tuviera montañas de dinero para financiar más terrorismo?
¿Qué motivo tiene el régimen radical de Irán cambiar para mejor si puede disfrutar de lo mejor de ambos mundos: agresión en el exterior y prosperidad en casa?
Esta es la pregunta que todos nos hacemos en nuestra región. Los vecinos de Israel, los vecinos de Irán, saben que Irán se volverá aún más agresivo y patrocinará aún más terrorismo cuando su economía sea libre y tenga el camino hacia la bomba despejado. Y muchos de estos vecinos dicen que responderán dándose prisa para obtener sus propias armas nucleares. Entonces, este acuerdo no cambiará a Irán para mejor, solamente cambiará a Medio Oriente para peor. Un acuerdo que debería impedir la proliferación nuclear, por el contrario, desataría una carrera de armas nucleares en la zona más peligrosa del planeta.
Este acuerdo no será un adiós a las armas. Sería un adiós al control de armas. Y Medio Oriente pronto estaría entrecruzado por alambres de activación nucleares. Una región en la que pequeños roces pueden desencadenar grandes guerras se convertiría en un polvorín nuclear.
Si alguien piensa que este acuerdo sirve para postergar el problema, se equivoca. Cuando lleguemos a esa instancia, estaremos ante un Irán mucho más peligroso, un Medio Oriente plagado de bombas nucleares y una cuenta regresiva hacia una posible pesadilla nuclear.
Damas y caballeros, he venido aquí hoy para decirles que no debemos poner en juego la seguridad del mundo con la esperanza de que Irán cambie para mejor. No debemos poner en juego nuestro futuro y el futuro de nuestros hijos.
Podemos insistir en que no se levanten las restricciones del programa nuclear mientras que Irán continúe su agresión en la región y en el mundo. Antes de levantar esas restricciones, el mundo debería exigir que Irán haga tres cosas. La primera, que detenga su agresión hacia sus vecinos en Medio Oriente. La segunda, que deje de apoyar el terrorismo en todo el mundo. Y la tercera, que deje de amenazar con aniquilar mi país, Israel, el único Estado judío.
Si las potencias mundiales no están dispuestas a insistir en que Irán cambie su comportamiento antes de que se firme un acuerdo, como mínimo deberían insistir en que Irán cambie su comportamiento antes de que el acuerdo deje de ser válido. Si Irán cambia su comportamiento, se levantan las restricciones. Si Irán no cambia su comportamiento, no deben levantarse las restricciones. Si Irán desea ser tratado como un país normal, que se comporte como un país normal.
Amigos míos, ¿qué hay del argumento de que no existe alternativa para este acuerdo, de que no se pueden borrar los conocimientos en materia nuclear de Irán, de que su programa nuclear está tan avanzado que lo mejor que podemos hacer es demorar lo inevitable, que es básicamente lo que intenta hacer el acuerdo?
Tener conocimientos en materia nuclear sin infraestructura nuclear no sirve de mucho. Un piloto de carreras sin automóvil para conducir. Un piloto de aviones sin avión para volar. Sin miles de centrifugadoras, toneladas de uranio enriquecido o instalaciones de agua pesada, Irán no puede fabricar armas nucleares.
El programa nuclear de Irán puede revertirse mucho más allá de la propuesta actual si se insiste en lograr un acuerdo mejor y se mantiene la presión sobre un régimen muy vulnerable, especialmente dado a la reciente caída del precio del petróleo.
Si Irán amenaza con abandonar las negociaciones, algo que ocurre con frecuencia en un mercado persa, pónganles en evidencia. Volverán, ya que necesitan el acuerdo mucho más que ustedes.
Y al mantener la presión sobre Irán y sobre aquellos que hacen negocios con Irán, ustedes tienen el poder de lograr que lo necesiten aún más. Amigos míos, durante un año nos han dicho que la falta de acuerdo es mejor que un mal acuerdo. Este es un mal acuerdo. Es un muy mal acuerdo. Estamos mejor sin él.
Ahora nos dicen que la única alternativa a este mal acuerdo es la guerra. Eso no es cierto. La alternativa a este mal acuerdo es un acuerdo mucho mejor: un acuerdo mejor que no permita que Irán conserve una infraestructura nuclear enorme y un tiempo de ruptura tan breve; un acuerdo mejor, que mantenga las restricciones del programa nuclear de Irán en vigencia hasta que ponga fin a su agresión; un acuerdo mejor que no allane a Irán el camino hacia la bomba; un acuerdo mejor, que tal vez no nos guste a Israel y a nuestros vecinos, pero con el que podamos vivir, literalmente.
Y ningún país tiene más en juego, ningún país tiene más en juego que Israel en un buen acuerdo que elimine esta amenaza pacíficamente.
Damas y caballeros:
La historia nos ha puesto en una encrucijada fatídica. Debemos escoger entre dos caminos. Un camino conduce hacia un mal acuerdo que, en el mejor de los casos, restringirá las ambiciones nucleares de Irán durante un tiempo, pero que inexorablemente conducirá a un Irán con armas nucleares, cuya agresión desenfrenada conducirá inevitablemente a la guerra. El segundo camino, aunque es difícil, podría conducir a un acuerdo mucho mejor que evitaría que Irán cuente con armas nucleares, que haya un Medio Oriente nuclear y las terribles consecuencias de ambos escenarios para toda la humanidad.
No hace falta leer a Robert Frost para saberlo. Hay que vivir la vida para saber que el camino difícil suele ser el menos transitado, pero puede marcar una gran diferencia para el futuro de mi país, la seguridad de Medio Oriente y la paz del mundo, la paz que todos deseamos.
Amigos míos, hacer frente a Irán no es tarea fácil. Hacer frente a regímenes siniestros y homicidas nunca lo es. Hoy está con nosotros el sobreviviente del Holocausto y premio Nobel Elie Wiesel. Elie, su vida y su trabajo nos inspiran a darles sentido a las palabras “nunca más”. Y desearía poder asegurarle, Elie, que se han aprendido las lecciones de la historia. Solo puedo exhortar a los líderes del mundo a que no repitan los errores del pasado. A que no sacrifiquen el futuro a cambio del presente, a que no ignoren la agresión con la esperanza de obtener una paz ilusoria.
Sin embargo, puedo garantizarles esto, los días en los que el pueblo judío adoptaba una actitud pasiva ante sus enemigos genocidas, esos días han terminado. Ya no estamos desparramados en distintas naciones, impotentes para defendernos. Restauramos nuestra soberanía en nuestro antiguo hogar. Y los soldados que defienden nuestro hogar poseen una valentía infinita. Por primera vez en cien generaciones, nosotros, el pueblo judío, podemos defendernos.
Por eso es que, como primer ministro de Israel, puedo prometerles una cosa más: incluso si Israel tiene que hacer frente solo, lo hará. Pero sé que Israel no está solo. Sé que los Estados Unidos apoyan a Israel. Sé que ustedes apoyan a Israel. Apoyan a Israel porque saben que la historia de Israel no es únicamente la historia del pueblo judío, sino que es la historia del espíritu humano que se niega una y otra vez a sucumbir ante las atrocidades de la historia.
Frente a mí, justo allí arriba en la galería, mirando desde arriba a todos los que estamos en esta cámara, está la imagen de Moisés. Moisés condujo a nuestro pueblo desde la esclavitud hasta las puertas de la tierra prometida. Y antes de que el pueblo de Israel entrara en la Tierra de Israel, Moisés nos dejó un mensaje que ha fortalecido nuestra determinación durante miles de años. Hoy les dejo con ese mensaje: “Sean fuertes y decididos, no teman ni se acobarden ante ellos”.
Amigos míos, que Israel y los Estados Unidos puedan unirse, fuertes y decididos. Que no temamos ni nos acobardemos ante los desafíos que tenemos por delante. Que afrontemos el futuro con confianza, fortaleza y esperanza.
Que Dios bendiga al Estado de Israel y que Dios bendiga a los Estados Unidos de América. Muchas gracias. Son maravillosos. Muchas gracias, Estados Unidos.