2 de noviembre de 1917
Hurewitz, J.C. The Middle East and North Africa in World Politics, A Documentary Record. 2.a ed., revisada y ampliada. New Haven: Yale University Press, 1979. 106. Print. Vol. 2 de British-French Supremacy.
El próximo Noviembre se rememora el centenario de la Declaración de Balfour. La Declaración fue una carta privada presentada en Noviembre de 1917, por el Ministro británico de Relaciones Exteriores, Balfour, dirigida a Lord Rothschild, un distinguido miembro de la comunidad judía británica. Cuando fue emitida no era un documento oficial. Se oficializó en 1922 cuando la Liga de las Naciones protocolizó la administración Británica en Palestina.
Así se dieron los hechos: En Abril de 1920 en una conferencia llevada a cabo en San Remo, Italia, a la cual acudieron Gran Bretaña, Francia, Japón e Italia, se delinearon y delimitaron las fronteras de los territorios capturados por los aliados en la Primera Guerra Mundial.
Estas fronteras marcaban la existencia política de Siria, Líbano, Irak y Palestina tras la Primera Guerra Mundial. Las conclusiones finales en esta conferencia otorgaban a estos territorios legalidad y legitimidad internacional. Dentro de
las resoluciones también estaba el contenido de la Declaración de Balfour, es decir la promesa Británica de facilitar el establecimiento de “un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina.” En esencia en San Remo se reconoció la autodeterminación del pueblo judío.
El ministro de relaciones internacionales Británico, Lord Curzon denominó a las resoluciones de la Conferencia de San Remo “La Carta Magna de los sionistas.” En Julio de 1922 cincuenta y un países aprobaron las decisiones adoptadas en la Conferencia de San Remo así como el contenido de la Declaración de Balfour.
Con el tiempo, la Declaración en sí misma, pasó a ser un punto importante de referencia para alcanzar el objetivo sionista moderno de crear un estado en Palestina. También para el mundo árabe, que se oponía al establecimiento de un Estado Judío en esa zona, la declaración cobró relevancia.
Para los sionistas esta Declaración era la confirmación del apoyo de una superpotencia que avalaba el desarrollo y el crecimiento judío en Palestina , proceso serio de reconectar a los judíos con Palestina. La reavivada inmigración Judía a Palestina ya había comenzado a llevarse a cabo en pequeñas cifras desde 1880.
La Liga de las Naciones dio legitimidad internacional a los judíos que querían construir una entidad política en Palestina, en la tierra que había estado en manos del Imperio Otomano y ahora estaba liberada por el ejército británico.
Desde 1920 los estados árabes y los propios palestinos se opusieron enfáticamente a la Declaración de Balfour por medio de alegatos diplomáticos y apelaciones a los oficiales británicos tanto en Londres como en Palestina: veían a la Declaración como una petición judía para obtener un estado, impidiendo así la autodeterminación Palestina.
De hecho, los líderes políticos árabes palestinos tenían dos razones contundentes para oponerse a la autodeterminación palestina en ese momento. Primero querían negarle igualdad política a las aspiraciones sionistas y segundo un proceso árabe de autodeterminación podía afectar a los entonces dirigentes árabes, quienes se habían auto ungido como líderes legítimos durante el imperio Otomano. Esto podía conducir a nuevas elecciones que les hicieran perder su status de liderazgo ante contendientes más jóvenes.
Por ende las cómodas y bien establecidas elites árabes en Palestina habitualmente boicoteaban la Declaración y evitaban participar en procesos políticos que pudieran transferir el poder, el prestigio y la influencia que poseían a un nuevo grupo. No fomentaban sinceramente las elecciones democráticas en Palestina.
Desde el establecimiento de Israel en 1948 la declaración siguió siendo para los árabes un obstáculo legal que debía ser refutado; lo veían como el certificado de nacimiento de Israel.
Este enfoque árabe intenta negar y desacreditar la legitimidad y la conexión histórica de los judíos con dicha tierra.
Además, al enfocarse en la declaración de 1917, aquellos que argumentan en pro del lado árabe, intentan tapar el hecho de que el sionismo comenzó con la inmigración y la compra de territorios cuarenta años antes de que la Declaración fuera extendida por Lord Balfour.
Existe una cantidad arrolladora de evidencia que demuestra que los árabes que vivían en esa zona geográfica (la cual pasaría a ser el Mandato Palestino en 1920) estaban desde 1870 en adelante, vendiendo activamente territorio a los judíos, plantando así serias dudas sobre la hipótesis que sostiene que fue por causa de la Declaración de Balfour que comenzó el desarrollo moderno de los judíos en Palestina.
El Señor Curzon, quien sirvió como Secretario de Estado de Asuntos Exteriores del Reino Unido desde 1919-1924. (de dominio público)
En los últimos quince meses el liderazgo palestino se ha enfocado en tratar de revocar la Declaración de Balfour o intentar que sea declarada ilegal a través de una demanda al gobierno británico. Planean demandarlo por la emisión de dicho documento y de algún modo esperan que su éxito ponga en tela de juicio la legitimidad del Estado Judío.
Eso no se puede hacer, como tampoco se pueden revocar como ilícitas las ventas previas y posteriores a la Declaración de Balfour que llevaron a cabo los árabes cuando vendían su tierra a los judíos.
El esfuerzo de la autoridad palestina de restar legitimidad a la declaración en el 2017 tiene como fin llamar la atención de los medios de acuerdo con la carta constitutiva de la OLP de 1964 que rezaba: “La Declaración de Balfour y el sistema del Mandato para Palestina así como todo lo que se ha basado en ellos se considera nulo y sin valor.”
Este es un ejercicio legal que carece de posibilidad alguna de alcanzar sus objetivos. Muy por el contrario, dicho intento mostrará claramente la colaboración árabe al ayudar a los sionistas a rescatar su territorio en el suelo de sus ancestros.
Antecedentes de la Declaración
La Declaración Balfour fue la carta estatutaria del pueblo judío que Herzl había tratado infructuosamente de obtener de parte del sultán otomano veinte años antes. Los términos de la declaración se incluyeron en el preámbulo del estatuto del Mandato de Palestina de 1922, y la recién constituida Sociedad de las Naciones les confirió el aval internacional y la legitimidad política. Muchos historiadores del sionismo e Israel consideran a la Declaración como parte de la progresión política –del Estado judío de Herzl (1897) al estatuto del Mandato (1922) y finalmente a la resolución de partición de la ONU (1947) que proponía la creación de un Estado árabe y judío en Palestina– que finalmente culminó en la Declaración de Independencia de Israel (1948). Los interesados en deslegitimar a Israel sostienen que la Declaración Balfour, y por lo tanto cualquier cosa fundamentada en su validez, como el Mandato de Palestina o el Estado de Israel, es nulo y sin efecto. Esta fue la posición oficial de gran parte del mundo árabe hasta bien entrados los años noventa.
La emisión de la Declaración llevó a la euforia a los entusiastas del sionismo. El reconocimiento de su anhelo de erigir un hogar significaba que al movimiento sionista se le había otorgado la autorización, primero de Inglaterra, una gran potencia, y posteriormente de la Sociedad de las Naciones de cumplir el objetivo sionista de establecer una base territorial que fuera expresión de la identidad judía y que hiciera valer el derecho de los judíos de asentarse nuevamente en la tierra que Dios le prometió al pueblo judío. Para los cerca de 40 000 judíos que entre 1800 y 1917 habían inmigrado a Palestina y adquirido tierras para construir asentamientos, la emisión de la Declaración era una confirmación de que su elección ideológica y material de retornar a la tierra de sus ancestros era una acción justa. Para los judíos en todo el mundo, que habían vivido marginados durante siglos como una minoría en un entorno a menudo increíblemente hostil, y expuestos a los caprichos de los gobernantes, la protección de una gran potencia representaba una gran ruptura política con el pasado judío. Las 102 palabras de la Declaración eran la autorización para construir un hogar nacional, a la vez que se hacía un llamado a la protección de los derechos civiles y religiosos de la población no judía.
Para los judíos que no eran sionistas o que se oponían al sionismo, la Declaración causó cuando menos preocupación, si no una profunda consternación. ¿Se calificaría a un judío no sionista en Gran Bretaña de ciudadano desleal porque sus correligionarios estaban entusiasmados con la idea de tener su patria en otra parte? Los judíos que se oponían al sionismo creían en la igualdad de los judíos o en la emancipación en los países donde vivían, no en un hogar nacional para los judíos. Estos judíos no estaban lo suficientemente organizados y sus razonamientos no se hicieron sentir a corto o largo plazo.
La idea de un hogar nacional judío en Palestina con el respaldo de Gran Bretaña encajaba a la perfección con los intereses estratégicos británicos en el Medio Oriente. Antes, durante y después de la Primera Guerra Mundial, los intereses estratégicos de los británicos incluían el establecimiento de un “puente terrestre” desde el Golfo Pérsico al Mediterráneo para asegurar su influencia económica y política y el control desde la India hasta Egipto. Para los británicos, la Declaración fue uno de los componentes que afirmaron el control territorial y la influencia británica sobre el Medio Oriente, conectando a los aliados árabes de los británicos, clientes, reyes, y jefes tribales en una codiciada red geopolítica de influencias a lo largo de la región. Esta estrategia incluía la firma de acuerdos con jefes tribales en Yemen, Omán, Kuwait, Qatar, Afganistán y la Península Arábiga. Según la opinión de los británicos era necesario asegurar a Palestina como un colchón geográfico para la presencia de Gran Bretaña en Egipto y la protección del Canal de Suez. Es así que los intereses de los sionistas y los británicos coincidieron para crear una simbiosis práctica y viable.
Para los árabes que vivían en Palestina, en particular para las elites terratenientes involucradas en la política, la Declaración suponía varios problemas. Con el establecimiento de mandatos en las regiones árabes del ahora extinto Imperio otomano, los franceses y británicos implantaron un cierto grado de eficiencia administrativa en las regiones controladas por unas pocas familias con poder. En segundo lugar, la aprobación del desarrollo sionista daba a entender que los británicos no tenían toda su energía dirigida a establecer el control de la elite árabe local sobre la política. En los principales pueblos de Palestina, la elite árabe se hallaba tan consternada que finalmente decidió no reconocer oficialmente el Mandato británico. En su lugar, el liderazgo político boicoteó la participación oficial con los británicos. La sensibilidad árabe consideraba aberrantes los contenidos y propósitos de la Declaración Balfour. A pesar de la ira pública a raíz de la Declaración y su inclusión en la configuración del Mandato, los árabes de la región participaron en algunas juntas, comisiones, consejos consultivos e investigaciones que evaluaban temas de políticas públicas en Palestina. En otras palabras, en público, el liderazgo político árabe protestaba con franqueza y con frecuencia contra la presencia británica y la defensa de la idea de un hogar nacional judío, no obstante, en el diario vivir muchos árabes cooperaron con los británicos, e incluso, con los sionistas en las operaciones diarias del Mandato.
Orígenes de la Declaración
La emisión de la Declaración en 1917 era la evolución de diálogos preguerra llevados a cabo en Inglaterra e intercambios diplomáticos durante la guerra. En Inglaterra, el Dr. Jaim Weizmann —quien había sido residente de Manchester, Inglaterra, desde 1906 y quien llegó a ser presidente de la Federación Sionista Inglesa (English Zionist Federation)— tomó la iniciativa al alentar a los funcionarios del Gobierno británico a asegurar a Palestina para el desarrollo de los intereses sionistas. Asimismo, se hicieron intentos fallidos por obtener el apoyo de los Gobiernos francés, alemán y ruso durante la guerra. En octubre de 1915, la Organización Sionista preparó el primer memorando oficial para el Gobierno británico acerca del establecimiento de un hogar judío en Palestina. En él, se sugería crear el Estado bajo un régimen de administración fiduciaria a través del otorgamiento de una carta de autorización de colonización a la Organización Sionista, la cual permitiera la entrada libre de judíos al país y les permitiera desarrollar la agricultura, la industria y sentar las bases para que la comunidad judía de la región pudiera asumir la autoridad gubernamental 1.
Los diálogos entre los sionistas y los funcionarios británicos continuaron durante 1916 y 1917, afinando las necesidades de Gran Bretaña y acoplándolas con las aspiraciones judías. Algunos en Gran Bretaña en esa época creían que los judíos contaban con una influencia política importante en las capitales de Europa y EE. UU. Los diplomáticos británicos realizaron un esfuerzo coordinado a través de sus embajadores en Francia y Rusia para conseguir el apoyo de los judíos del mundo a las potencias de la Entente y, a cambio, ofrecieron la posibilidad de que Gran Bretaña apoyara el sionismo. Además, algunos en Gran Bretaña tenían la opinión exagerada de que la Declaración ayudaría a movilizar a los judíos estadounidenses a apoyar los esfuerzos británicos en la guerra. Lo que acaso es más importante, en los círculos más altos del Gobierno británico existía la amplia percepción de que la Declaración Balfour sería fundamental para atraer la solidaridad de los judíos rusos, quienes eran vistos como un bloque de crucial importancia en el país, alejados del bolchevismo y más en línea con el Imperio británico y el esfuerzo bélico de los Aliados y la Entente. Estas presunciones eran en su mayoría erróneas; había una división de opiniones notable entre los judíos rusos acerca de la cuestión sionista, y si bien el socialismo era una fuerza poderosa entre ellos, esta se concentraba casi por completo en el campamento menchevique. A los estadistas británicos se los había llevado a confundir, en esencia, el poder de un puñado de judíos bolcheviques con influencia con el poder de una comunidad en su conjunto que no contaba de ninguna manera con la influencia en los asuntos rusos que ellos creían.
Llegado el año 1917, Sir Mark Sykes, quien había negociado el acuerdo Sykes-Picot en mayo de 1916 (el acuerdo secreto entre los británicos y los franceses que se convirtió finalmente en el esbozo de cómo Gran Bretaña y Francia controlarían el Medio Oriente al final de la guerra), pasó a ser de la opinión que Palestina no debería ser una zona internacional, sino que debería estar bajo el control británico. Además, a mediados de 1917 comenzaron a publicarse artículos en la prensa alemana “que abordaban la gran importancia del movimiento sionista, la importancia de una Palestina judía para Turquía y el enorme peligro que representaría para las potencias centrales (Turquía y Alemania) una Palestina judía bajo el control de Inglaterra… Alemania se encuentra intranquila respecto al trabajo de los sionistas en los países de la Entente, en particular en Inglaterra y Estados Unidos” 2. Ya sea que la presunción de que los judíos podían influenciar el resultado de la guerra fuera exagerada o no, el hecho es que pesó sobre el contenido y la emisión de la Declaración 3. Sionistas como Jaim Weizmann, quien trabajó con esmero para obtener la Declaración de los británicos, hicieron poco para corregir la impresión británica de que los judíos y los sionistas poseían influencia política muy superior a su poder real para incidir en el resultado de la guerra.
Los contenidos de la Declaración
La redacción final de la Declaración fue un compromiso entre lo que querían los sionistas y lo que necesitaban los británicos. No se asemejó, excepto en espíritu, a lo que estaba incluido en el memorando. En la frase: “El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”, por ejemplo, los sionistas hubieran preferido el término “restablecimiento” para reforzar la continuidad judía en Palestina, y el término “Estado” en lugar de “hogar nacional”. La Declaración se envió en forma de carta de parte del Secretario de Relaciones Exteriores británico, Lord James Balfour, al presidente de la Federación Sionista de Gran Bretaña (British Zionist Federation), Lord Rothschild. Fue el primer documento de carácter internacional en definir a una entidad política como “hogar nacional”, no obstante, el término ya lo habían usado los sionistas durante su primer congreso en 1897. En su momento, nadie comprendía el alcance de un hogar nacional, o en qué se diferenciaba de un Estado. Los sionistas interpretaban el término “hogar” como un hogar para todo el pueblo judío, no solo para aquellos que residían en Palestina en ese momento. La Declaración no brindó a los judíos un país o un Estado con fronteras claramente definidas; les dio la oportunidad de construir su propia patria mediante los esfuerzos que ellos optaran por poner en práctica. Durante los veinte años posteriores a 1897, los inmigrantes judíos habían comenzado a organizarse y acumular experiencia práctica para defender sus nuevos asentamientos, comprender las leyes y prácticas otomanas, aprender árabe y recrear la lengua hebrea para utilizarla como el lazo lingüístico que uniría a los judíos provenientes de las diferentes zonas geográficas de la diáspora. La emisión de la Declaración solo generó declaraciones de apoyo de uno u otro organismo o agencia judía, pero no se dio una inmigración judía en masa a Palestina en las décadas subsiguientes. El sionismo, visto como una idea y una solución práctica a la inseguridad de los judíos, continuó siendo un movimiento menor entre los judíos del mundo.
En la Declaración, Gran Bretaña afirma que hará uso de sus “mejores esfuerzos para facilitar” el hogar nacional, “quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro país”. Los británicos no hicieron mención de la población árabe en la Declaración y no hicieron referencia a la protección de sus derechos políticos, únicamente de sus derechos civiles y religiosos. Aun así, la Declaración se refirió de manera positiva respecto de no perjudicar el estatus político del que gozaban los judíos en cualquier otro lugar, una concesión clara a aquellos judíos británicos que se oponían tan fervorosamente al sionismo, y lo veían como una ideología que amenazaba con confundir su identidad en el Imperio británico.
Es imprescindible entender lo que el Gobierno británico concibió que sería el resultado de la Declaración Balfour para interpretarla como un documento de compromiso. Entre los líderes británicos existía la noción prácticamente por unanimidad de que los judíos crearían un Estado. En 1918, Lord Balfour afirmó que esperaba que “los judíos salieran adelante en Palestina y finalmente fundaran un Estado” 4. El primer ministro, Lloyd George, creía que si los judíos llegaban a ser una mayoría en Palestina, entonces “Palestina sería un Estado judío” 5.
Para la primavera de 1917, Wilson, el presidente de los EE. UU., presuntamente ya había indicado al magistrado Louis Brandeis que “era simpatizante absoluto de los propósitos del movimiento sionista y estaba de acuerdo con la política de establecer una patria judía bajo el protectorado de Inglaterra” 6. No fue sino hasta 1919, aparentemente, que Wilson apoyó públicamente la Declaración Balfour. Como ocurrió cuarenta años después, cuando se presentó el problema de reconocer a Israel, la Casa Blanca se encontraba más dispuesta que el Departamento de Estado de los EE. UU. a reconocer las aspiraciones judías/sionistas en Palestina. En 1922, la Cámara de Representantes y el Senado de los EE. UU. apoyaban la Declaración Balfour. Cuando la Cámara de Representantes votó su apoyo a la Declaración, citó de la propia Declaración, pero además añadió: “no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de comunidades cristianas y no judías en Palestina, y se protegerán debidamente las construcciones y los sitios religiosos”.
Conclusiones
Después de la creación de Israel, los enemigos del sionismo cuestionaron la validez de la Declaración Balfour, pues la consideraban incoherente con los objetivos de autodeterminación de los árabes que vivían en Palestina en el momento. La Carta de la OLP (Organización de Liberación de Palestina), por ejemplo, afirma que todo lo que se fundamenta en el Mandato de Palestina (que incluye la Declaración Balfour) es nulo y sin efecto. Esta era la posición oficial de la mayoría del mundo árabe (con la excepción de Egipto y Jordania) hasta entrados los años noventa. Este razonamiento, por supuesto, desestimaba el derecho de los judíos a gozar de los mismos derechos que se consideraban apropiados para las comunidades árabes y no árabes que vivían anteriormente bajo el dominio otomano. Más aún, la mayoría ha olvidado que esa autodeterminación basada en el sufragio, bien sea universal o masculino, de la población árabe local era un concepto prácticamente desconocido en todo el Medio Oriente en ese momento. Los árabes destacados de la época en Palestina, Siria, Irak, Líbano y la Península Arábiga no eran proponentes de la autodeterminación; su interés era perpetuar el poder de su propia familia, tribu o dominio local sobre las regiones, aldeas, ciudades y pueblos. En lugar de considerar a la Declaración Balfour como parte del compromiso global de Gran Bretaña y Francia de utilizar su poder e influencia para asegurar sus intereses geográficos y territoriales en el Medio Oriente, los oponentes de Israel y el sionismo la han descrito como una injusticia aberrante. De hecho, como se mencionó anteriormente, la Declaración era una entre una docena o más de acuerdos y pactos que Gran Bretaña selló con líderes del Levante, la Península Arábiga y el Golfo Pérsico antes, durante y después de la guerra. La emisión de la Declaración con frecuencia se interpreta como una contradicción directa del entendimiento al que llegaron los funcionarios británicos con Sherif Hussein y su familia en La Meca entre 1914 y 1915 y de las promesas que hicieron a los líderes árabes al final de la guerra. Los cuestionamientos acerca de lo que se prometió, quién lo prometió y lo que se dejó por fuera desde el punto de vista geográfico han generado un debate histórico e historiográfico aparentemente interminable. Los sentimientos atados al conflicto árabe-israelí durante los años sesenta y en adelante sepultaron la realidad del aval de Gran Bretaña a la legitimidad de los saudíes, hachemitas, sabah y otros líderes árabes en el Medio Oriente, incluyendo las familias árabes destacadas de Palestina que terminaron por dominar el entorno político árabe en la zona durante décadas después de la emisión de la Declaración. La Declaración Balfour no era un proceder inusual para una gran potencia en busca de adquirir la mayor cantidad posible de clientes que cooperasen en el aseguramiento de su presencia en el Medio Oriente. No obstante, para los sionistas, era una confirmación de que el derecho de establecer un hogar internacional era un emprendimiento legítimo, ratificado por la Sociedad de las Naciones y, posteriormente, por las Naciones Unidas.
–Ken Stein, 2007
Estimado Lord Rothschild:
En nombre del Gobierno de su Majestad, tengo el placer de transmitirle la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones de los judíos sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por él.
“El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro país.”
Le quedaré agradecido si pudiera poner esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista.
Muy atentamente.
Arthur James Balfour
- The Israel Yearbook, 1950/51, Tel Aviv, Israel Publications Ltd., p. 25.
- The Letters and Papers of Chaim Weitzmann, Series A Letters Volume VII, August 1914-November 1917, p. 440.
- The Letters and Papers of Chaim Weitzmann, Series A Letters Volume VII, August 1914-November 1917, p. 440. 3 Leonard Stein, The Balfour Declaration, 345-48.
- Howard M. Sachar, A History of Israel from the Rise of Zionism to our Time, 2.a ed., Knopf, 2000, p. 110.
- Howard M. Sachar, A History of Israel from the Rise of Zionism to our Time, 2.a ed., Knopf, 2000, p. 110.
- The Letters and Papers of Chaim Weitzmann, Series A Letters Volume VII, August 1914-November 1917, pp.406- 07.