Discurso del primer ministro de Israel Begin ante la Knéset
(De izquierda a derecha) El primer ministro Menajem Beguin, el presidente egipcio Anwar Sadat y el vocero de la Knesset (parlamento israelí) Itzjak Shamir. Foto: Dominio público.

(20 de noviembre de 1977)

Israel. Ministerio de Relaciones Exteriores. “Discurso del primer ministro de Israel Beguin ante la Knéset posterior al discurso del presidente Sadat”. Israel’s Foreign Relations: selected documents, 1977-1979. Ed. Medzini, Meron. Jerusalén: Ahva Press, 1981. 191-6. Impreso.

Israel no desea regir ni desea dividir

Señor presidente de Egipto, damas y caballeros, miembros de la Knéset.

Saludamos al presidente y a todos los miembros de la religión islámica, en nuestra tierra y en todas partes, con motivo de la Celebración del Sacrificio.

Esta festividad nos recuerda al sacrificio de Isaac en el altar, la prueba con la que el Creador probó la fe de nuestro padre Abraham, nuestro padre común, y que Abraham superó.

Desde el punto de vista del progreso de la humanidad, estaba prohibido sacrificar a un ser humano. Nuestra tradición antigua nos había enseñado esta práctica prohibida, a nosotros y a las naciones que nos rodean, que practicaban la costumbre de sacrificar seres humanos como ofrenda a sus dioses, y es así que el pueblo de Israel y la nación árabe contribuyeron al progreso de la humanidad y es así que seguimos contribuyendo con la cultura humana hasta este día.

Saludo al presidente de Egipto

Saludo y doy la bienvenida al presidente de Egipto por venir a nuestro país y por participar en esta reunión de la Knéset.

El tiempo de vuelo entre El Cairo y Jerusalén es corto, pero la distancia era, hasta ayer, bastante grande.

El presidente Sadat atravesó esta gran distancia con valentía, una sincera valentía. Nosotros, los judíos, sabemos apreciar esta valentía de corazón y sabemos valorarla en nuestro invitado. Porque fuimos creados con un corazón valiente, y es con un corazón valiente que viviremos.

Señor presidente [de la Knéset], este pequeño pueblo, los sobrevivientes del pueblo judío que hemos regresado a nuestra patria histórica, siempre hemos buscado la paz.

Pensamientos sobre la redención

Y en los albores de nuestra libertad el 14 de mayo de 1948, el 4 de iyar de 5708, Ben-Gurión dijo en la Declaración de la Independencia, la escritura de constitución de nuestra libertad nacional:

Extendemos nuestra mano a todos los Estados vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad, y les exhortamos a establecer vínculos de cooperación y ayuda mutua con el pueblo judío soberano asentado en su tierra… Un año antes, en los tiempos de la clandestinidad, cuando estábamos en medio de una lucha por la liberación del país y la redención del pueblo, apelamos a nuestros vecinos en estos términos: vivamos juntos en esta tierra y avancemos juntos hacia una vida de libertad y felicidad. A nuestros vecinos árabes, no rechacen esta mano que se les extiende en señal de paz.

Pero es mi obligación, señor presidente [de la Knéset], no solo mi derecho, no pasar por alto la verdad, y decir que nuestra mano extendida en señal de paz no fue aceptada.

Y al día siguiente de la llegada de nuestra independencia, como era nuestro derecho, que no puede negarse ni discutirse, fuimos atacados en tres frentes distintos.

Y permanecimos, casi sin armas, unos pocos contra muchos, los débiles contra los fuertes, cuando un día después de la proclamación de la independencia se intentó estrangularla al nacer y poner fin a la última esperanza del pueblo judío en el siglo de la destrucción y la redención.

No, no creemos en la fuerza y nunca hemos basado nuestra actitud frente al pueblo árabe en la fuerza. Al contrario, la fuerza se utilizó contra nosotros.

Durante todos los años de esta generación, no hemos dejado de ser atacados por la fuerza, la fuerza del brazo poderoso extendido para exterminar a nuestro pueblo, para destruir nuestra independencia, para negar nuestros derechos.

Nos defendimos

Nos defendimos, es verdad. Defendimos nuestros derechos, nuestra existencia, nuestro honor, a nuestras mujeres y niños contra esos ataques repetidos para aplastarnos por medio de la fuerza y no solo desde un frente.

Con la ayuda del Señor, logramos vencer a las fuerzas de la agresión y garantizamos la independencia de nuestra nación, no solo para esta generación sino también para las generaciones venideras.

No creemos en la fuerza. Creemos en lo correcto, solamente en lo correcto. Por lo tanto, siempre hemos aspirado, desde el fondo de nuestro corazón, y hasta este día, a la paz.

Señor presidente [de la Knéset], señor presidente de Egipto, en esta cámara democrática se encuentran hoy los líderes de todas las organizaciones judías de la lucha clandestina, que se vieron obligados a luchar contra una potencia mundial. Aquí están los altos mandos militares que tuvieron que dirigir a sus tropas en una batalla que les fue impuesta, y hacia una victoria inevitable, ya que estaban defendiendo sus derechos.

Distintos puntos de vista

Pertenecen a diferentes partidos, tienen puntos de vista diferentes. Pero estoy seguro, señor presidente, de que expreso el punto de vista de todos, sin excepción, al decir que en nuestros corazones solo aspiramos a una cosa, un solo deseo y nuestras almas, y que todos estamos unidos en la aspiración y el deseo de traer la paz, la paz a nuestra nación, que no ha conocido la paz ni un solo día desde que comenzamos el regreso a Sion.

Y paz para nuestros vecinos, a quienes deseamos lo mejor. Y creemos que si logramos la paz, la paz verdadera, podremos ayudarnos los unos a los otros en todos los ámbitos de la vida e inaugurar una nueva era en la historia de Medio Oriente. Una era de crecimiento, de desarrollo. Un crecimiento como en el pasado.

Por lo tanto, permítanme definir el significado de la paz, según nuestro entender.

Queremos la paz, una paz total, una paz verdadera, con una reconciliación verdadera entre el pueblo judío y el pueblo árabe.

No quiero extenderme en los recuerdos del pasado. Se derramó mucha sangre. Muchos jóvenes maravillosos murieron en ambos lados. Siempre recordaremos a nuestros héroes que sacrificaron su vida para que llegue ese día, y ese día llegará. Y respetamos la valentía de un rival y honramos a todos los jóvenes del pueblo árabe que también cayeron.

No nos dejemos desalentar por el pasado, aunque son recuerdos amargos. Preocupémonos por el futuro, por nuestros niños, nuestro futuro común, porque viviremos en esta región todos juntos por generaciones y generaciones. El gran pueblo árabe en sus Estados y países, y el pueblo judío en su país, la Tierra de Israel, por siempre jamás. Por esto debemos definir el significado de la paz.

Establezcamos cuál es el camino de la paz. Continuemos con el diálogo y las negociaciones, señor presidente, por un tratado de paz y, con la ayuda del Señor, creemos de todo corazón que llegará el día en que podamos firmarlo con respeto mutuo. Y entonces sabremos que en lugar de guerras nos hemos extendido la mano, y nos estrecharemos la mano. El futuro será prometedor para todos los pueblos de la región.

El fin del estado de guerra

El primer precepto de un programa para la paz es el fin del estado de guerra. Acuerdo, señor presidente, con que usted no ha venido ni le hemos invitado, como se ha insinuado en los últimos días, con el fin de establecer un tratado para dividir a los pueblos árabes.

Israel no desea regir ni desea dividir. Queremos la paz con todos nuestros vecinos, con Egipto y con Jordania, con Siria y con el Líbano.

Queremos negociar tratados de paz…

[En este punto hubo una interrupción desde la puerta].

Señor presidente, mi colega del Partido Comunista me está interrumpiendo, pero con todo y esto me alegro de que no le haya interrumpido a usted.

Primer párrafo del tratado

Y no hay ningún motivo para diferenciar entre un tratado de paz y el fin del estado de guerra. No es lo que proponemos. Por el contrario, el primer párrafo de un tratado de paz es el cese de hostilidades.

Queremos establecer relaciones normales entre nosotros, como existen entre todas las naciones, incluso después de muchas guerras.

Hemos aprendido de la historia, señor presidente, que la guerra es evitable. Lo que es inevitable es la paz. Muchas naciones han sufrido guerras entre ellas y en ocasiones han utilizado términos como “enemigos eternos”. Pero después de la guerra viene la paz.

Y por lo tanto queremos establecer, en un tratado de paz, relaciones diplomáticas entre las naciones. Hoy, dos banderas ondean en Jerusalén, la bandera egipcia y la bandera israelí, y hemos visto juntos, señor presidente, a nuestros niños pequeños ondeando ambas banderas.

Ondeando dos banderas

Firmemos un tratado de paz y establezcamos esta situación para siempre, tanto en Jerusalén como en El Cairo. Y espero y rezo porque llegue el día en el que los niños egipcios también ondeen la bandera israelí y la bandera egipcia al igual que los niños de Israel han ondeado estas dos banderas hoy en Jerusalén.

Y usted, señor presidente, tendrá un embajador en nuestra capital y nosotros tendremos uno en El Cairo. Surgirán diferencias entre nosotros. Y las discutiremos como pueblos civilizados, por medio de nuestros enviados autorizados.

Proponemos una cooperación económica para el desarrollo de nuestros países. En Medio Oriente, hay muchos países maravillosos. El Señor los creó así. Hay oasis y desiertos, y es posible transformar los desiertos. Trabajemos juntos en esta área. Desarrollemos nuestros países. Llevemos a nuestros pueblos al nivel de los países desarrollados y que el mundo deje de llamarnos países en vías de desarrollo.

Y con todos mis respetos, estoy listo para respaldar las palabras de su majestad, el Rey de Marruecos, que dijo públicamente que cuando llegue la paz a Medio Oriente, la cooperación entre la genialidad árabe y la genialidad judía convertirá esta región en un paraíso.

Abierto a todos los egipcios

Abramos nuestros países al libre tránsito. Visítennos y nosotros les visitaremos. Estoy listo para anunciar, señor presidente [de la Knéset], que nuestro país está abierto a todos los ciudadanos de Egipto. Y no ponemos ninguna condición por nuestra parte. Creo que es apropiado y justo que exista un anuncio conjunto sobre este asunto. Al igual que hay banderas egipcias en nuestras calles y hoy hay una honorable delegación egipcia en nuestra capital y en nuestro país, queremos que haya muchos visitantes. Les abriremos nuestras fronteras. Al igual que abriremos todas las fronteras porque queremos que ocurra lo mismo en el sur, en el norte y en el este.

Por este motivo, renuevo mi invitación al presidente de Siria para que siga sus pasos, señor presidente, para que venga a nuestro país a comenzar las negociaciones de paz entre Israel y Siria, y se concrete la firma de un tratado de paz entre nuestros países.

Lamento decir que no hay justificativo alguno para el luto que se ha decretado al otro lado de nuestra frontera norte. Por el contrario, estas visitas, estos contactos y estos lazos pueden y deben ser causa de felicidad, un motivo de entusiasmo para todos los pueblos.

Invito al Rey Husein a que venga, y discutiremos con él todos los problemas que existen entre nosotros.

También invito a los legítimos portavoces de los árabes de Israel a venir y dialogar sobre nuestras políticas conjuntas, sobre la justicia, la justicia social, la paz y el respeto mutuo.

[Otras traducciones indican que en el párrafo anterior, Beguin se refería a los “árabes palestinos”].

Y si ellos nos invitan a visitar sus capitales, responderemos a sus invitaciones. Y si nos invitan a abrir negociaciones en Damasco, Amán o Beirut, iremos a cualquiera de estas capitales a negociar con ellos.

No queremos separar ni dividir. Queremos la paz con todos nuestros vecinos, expresada en tratados de paz, sobre todos los puntos que acabo de mencionar.

Señor presidente [de la Knéset], es mi deber contarles a nuestros invitados y a todos los pueblos que nos están viendo y escuchando hoy acerca del vínculo que existe entre el pueblo judío y esta tierra. El presidente ha mencionado la Declaración Balfour. No, señor presidente, no tomamos tierras extranjeras, regresamos a nuestra patria. Los lazos entre nuestro pueblo y esta tierra son eternos.

Los albores de la historia

Nacieron en los albores de la civilización humana. Nunca se han cortado. En esta tierra creamos nuestra cultura, nuestros profetas dijeron las palabras sagradas que usted ha citado hoy mismo. Aquí gobernaron los reyes Judá e Israel. Aquí nos convertimos en nación. Aquí establecimos nuestros reinos. Y cuando nos exiliamos de nuestra tierra por la fuerza, y cuando nos echaron lejos de nuestra tierra, nunca la olvidamos, ni un día. Rezamos por ella. La anhelamos.

Hemos creído en nuestro regreso desde el día en que se pronunciaron estas palabras: “Cuando el Señor hizo volver a Sion a los cautivos, nos parecía estar soñando. Nuestra boca se llenó de risas; nuestra lengua, de canciones jubilosas”. Esa canción servía para todos nuestros exilios y todos nuestros viajes, era el consuelo de que el regreso a Sion llegaría en algún momento.

Este derecho fue reconocido en la Declaración de Balfour e incluido en el Mandato de la Sociedad de Naciones, y el preámbulo de este documento internacional dice: “Considerando que tal declaración lleva consigo el reconocimiento de los lazos históricos del pueblo judío con Palestina y de las razones que le asisten para reconstruir su hogar nacional en dicho país”.

Los lazos históricos entre el pueblo judío y Palestina, llamada en hebreo Eretz Israel, han sido renovados de nuevo.

En 1912 y en 1919 también recibimos el reconocimiento del portavoz del pueblo árabe. El acuerdo de enero de 1919, firmado por Emir Faisal y el Dr. Chaim Weizmann, declara: “Conscientes del parentesco racial y los antiguos lazos existentes entre los árabes y el pueblo judío, y reconociendo que la manera más confiable de resolver la consumación de sus aspiraciones nacionales es con la colaboración más estrecha posible en el desarrollo del Estado árabe y el de Palestina…”

La cooperación con Eretz Israel

Luego vienen todos los párrafos referidos a la cooperación entre el pueblo judío, el pueblo árabe y Eretz Israel. Este es nuestro derecho.

¿Qué nos sucedió cuando nos quitaron nuestra patria?

Esta mañana fuimos a Yad Vashem, señor presidente, usted vio con sus propios ojos qué le pasó a nuestro pueblo cuando le quitaron su patria.

Ambos estuvimos de acuerdo, señor presidente, en que el que no ha visto con sus propios ojos todo lo que hay en Yad Vashem no puede comprender qué ocurrió con este pueblo cuando fue privado de su tierra. Y ambos leímos un documento del 30 de enero de 1939 en el que aparece la palabra “Vernichtung” [“destrucción”, en alemán]: “Si estalla la guerra, la raza judía de Europa será aniquilada”.

También entonces nos dijeron: no presten atención. El mundo entero lo escuchó. Nadie vino a nuestro rescate.

Todos esos meses desde aquella declaración que no había vuelto a oírse desde el tiempo en que el Señor creó al hombre y el hombre creó el mal, y en esos seis años cuando millones de los nuestros murieron, incluido un millón y medio de niños judíos que fueron asesinados, nadie vino a su rescate, ni del este ni del oeste.

Por lo tanto, toda esta generación, la generación de la destrucción y el renacimiento, ha jurado una promesa eterna: nunca volveremos a poner a nuestro pueblo en peligro.

Nunca pondremos en riesgo a nuestras mujeres y niños –nuestra responsabilidad es defenderlos, incluso con el precio de nuestras vidas si fuera necesario– nunca permitiremos que sean destruidos.

Desde entonces, por generaciones, nuestra responsabilidad es recordar las cosas que se dicen contra nuestro pueblo. Las tomaremos muy en serio. Y, por el futuro de nuestro pueblo, nos está prohibido escuchar ningún consejo que nos diga que no es necesario tomar en serio estas palabras.

El presidente Sadat sabe, y sabía por nosotros antes de que viniera a Jerusalén, que nuestra postura difiere de la suya con respecto a las fronteras con nuestros vecinos.

Sin embargo, apelo al presidente de Egipto, y a todos nuestros vecinos, a que no descarten tratar estos temas con nosotros.

Propongo, según lo aceptado por la mayoría de este Parlamento, que todo esté abierto a la negociación.

Toda persona que diga que deben excluirse asuntos de las negociaciones entre el pueblo árabe y el pueblo judío está asumiendo una grave responsabilidad. Todo es negociable. Ninguna parte puede decir lo contrario. Ninguna parte puede poner condiciones previas. Es un placer, un honor, hacer negociaciones si existen diferencias entre nosotros. No hay nada que pueda quedar excluido.

Aquel que ha estudiado la historia de las guerras y la historia de la paz sabe que todas las negociaciones de un tratado de paz comienzan con diferencias entre los pueblos. Y por medio de las negociaciones llegaron a un acuerdo que hizo posible la firma de tratados de paz. Y ese es el camino que proponemos.

Y llevemos a cabo las negociaciones como iguales. No hay vencedores ni vencidos.

Todos los pueblos de la región son iguales. Y cada uno tendrá que relacionarse con el otro con respeto y con espíritu de franqueza, con predisposición a escuchar los hechos y los puntos y las explicaciones del otro.

Aceptando todo el conocimiento adquirido de la persuasión, llevemos a cabo las negociaciones, como pido y propongo, para continuar hasta que lleguemos al momento de firmar un tratado de paz entre nosotros.

No solo estamos preparados para sentarnos con los representantes de Egipto, sino también con los representantes de Jordania y Siria y el Líbano en una conferencia de paz en Ginebra. Hemos sugerido organizar de nuevo la Conferencia de Ginebra en función de dos resoluciones del Consejo de Seguridad: la 242 y la 338.

Si existen diferencias entre nosotros con respecto a la organización de la Conferencia de Ginebra, discutámoslas y negociémoslas entre hoy y mañana. Y si el presidente de Egipto desea recibirnos en El Cairo, o en un lugar neutral, no hay objeciones. Sea donde sea, aclaremos juntos los problemas relacionados con esta reunión, incluso antes de convocar de nuevo la Conferencia de Ginebra..

Tendremos los ojos abiertos y los oídos listos para escuchar todas las propuestas. Todas las propuestas.

Permítanme decir algo sobre Jerusalén. Señor presidente, usted ha rezado esta mañana en la recientemente restaurada mezquita y después fue a la Iglesia del Santo Sepulcro. Se ha dado cuenta de que desde que esta ciudad fue reunificada, existe la libertad absoluta…

[Pérdida momentánea del audio desde Jerusalén. Beguin estaba diciendo que hay libertad de movimiento para entrar y salir de Jerusalén].

…para el mundo musulmán y para el cristiano y para todos los pueblos, existe la libertad de acceso a los lugares sagrados.

Defenderemos el derecho al libre acceso porque es en lo que creemos: en la igualdad de derechos para todos los ciudadanos y en el respeto a todas las religiones.

Señor presidente [de la Knéset], este es un día muy especial para nuestro Parlamento, y no cabe duda de que durante muchos años este día será recordado en la historia de nuestro pueblo y en la historia del pueblo egipcio, y tal vez en la historia de los diferentes pueblos alrededor del mundo.

Y en este día, con su permiso, damas y caballeros, miembros de la Knéset, elevaremos una plegaria para que el Dios de nuestros ancestros comunes nos dé la sabiduría del corazón necesaria para superar las dificultades y los obstáculos, para superar las palabras de Satán y las palabras del mal. Y con la ayuda del Señor lograremos llegar al día por el que todo nuestro pueblo reza, el día de la paz. Porque como dijo el salmista de Israel, verdaderamente “la paz y la justicia, sellarán su encuentro con un beso”. Y en las palabras del profeta Zacarías: “amen la paz y la verdad”.