Profesor Kenneth Stein, Agosto 16, 2020

El 13 de agosto del 2020, cuando los Emiratos Árabes Unidos acordaron buscar relaciones completamente normales con Israel, sin la retirada del mismo de ningún territorio ganado en la guerra de junio de 1967, la fórmula sacra de negociación, “Tierra por Paz” que ha dominado las conversaciones árabe-israelíes por la mitad de un siglo, abruptamente ha llegado a su fin. A cambio de solo una promesa israelí, la de no anexar ninguna tierra que ha ocupado y administrado en la Ribera Occidental desde junio 1967, un tercer estado árabe ha aceptado la legitimidad israelí. Egipto, Jordania y ahora los Emiratos Árabes Unidos, han demostrado que mientras cada uno tiene o ha tenido asuntos restantes, si no han disminuido la simpatía hacia la situación en Palestina, cada uno se negó a posponer el avance de sus propios intereses estratégicos. Ninguno de ellos se demostró lo suficientemente paciente para esperar a los palestinos entrar en negociaciones serias con Israel.

La primera reacción de Palestina al entendimiento EAU-Israel fue uno de intensa ira y total consternación. Defensores, diplomáticos, organizaciones, y países que buscan la solución de dos estados al conflicto palestino-israelí están profundamente decepcionados porque los EAU han promovido el status de Israel en la región sin forzar a Israel a pagar el precio a los palestinos. Aquellos que abogan por el movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) en contra de Israel, ahora tienen otro estado árabe que acepta la legitimidad de Israel.

Los EAU siguen los pasos a Egipto (1979) y Jordania (1994) que reconocieron la condición de estado de Israel sin obtener una promesa política, autodeterminación, o un estado independiente para los palestinos. Israel buscó la normalización de las relaciones con los EAU porque hacer esto era definitivamente parte de sus intereses nacionales. Alrededor de sus bordes limítrofes, Israel ve los estados árabes desmoronándose o deteriorándose a los extremos. Todos ellos se encuentran bajo el peso combinado de la economía, COVID-19, y los desafíos demográficos. Israel ha internalizado la realidad de que el liderazgo político palestino es tembloroso, dividido, disfuncional y sumamente autocrático. Para Israel, resolver el problema palestino no es una cuestión existencial. Lo que importa para Israel son las relaciones de seguridad con Jordania y Egipto, y mantener la influencia de Irán al nivel más mínimo con Líbano, Siria y los palestinos. Israel busca ser proactivo en apoyar a sus amigos árabes sunitas en el Golfo; los aliados importantes contra ambos, Irán y la difusión de la influencia de China en la región.

Tras la guerra de junio de 1967, bajo la guía de diez presidentes americanos sucesivos, desde Lyndon Johnson a Donald Trump, Estados Unidos se ha convertido en el primer mediador de las negociaciones del conflicto árabe-israelí. Cada presidente ha llevado a cabo acciones con la fórmula de “tierra por paz”. El concepto fue plasmado en la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (noviembre de 1967), el cual habló sobre la “inadmisibilidad de la adquisición de territorios por medio de guerra” y críticamente, la “retirada de las fuerzas israelíes [de tierras] ocupadas en el conflicto reciente.” En palabras más simples, la fórmula es: ¿bajo qué circunstancias y durante qué periodo de tiempo podría Israel retornar tierra tangible a un grupo árabe viviendo adyacente a él, y qué promesa intangible, como un tratado o acuerdo podría Israel recibir a cambio? En cuanto a la Franja de Gaza, Israel la otorgó al liderazgo palestino en agosto del 2005. Israel ha anexado a su territorio un gran segmento de Jerusalén en 1967. Y en cuanto a los Altos del Golán, Estados Unidos ha reconocido la soberanía de Israel sobre estos territorios en marzo del 2019 (formalmente anexado por Israel en 1981). En el acuerdo EAU-Israel, Israel no ha prometido la devolución de ningún territorio, en cambio prometió no anexar ninguna tierra de la Ribera Occidental. Este acuerdo no impide que, en algún punto en el futuro, tanto la tierra en la Ribera Occidental o una porción de ella pueda convertirse en parte de una entidad palestina o eventualmente ser anexada a Israel.

Netanyahu, con muchas vueltas de amenazas sobre la anexión entre mayo-julio 2020, parece haberse establecido confortablemente en el campo filosófico de Menachem Begin, al menos por el momento. No causen ningún daño, aun cuando los defensores políticos a su derecha piensen que han abandonado el sueño de la anexión. Dirigiéndose a la Knesset el 25 de septiembre de 1978, Begin dijo que “Israel reclamaría sus derechos de soberanía sobre la Ribera Occidental, Judea y la Franja de Gaza en contra los antecedentes de contrademandas, y si ningún acuerdo se logra en el presente [con los palestinos e Israel], entonces tanto los acuerdos de la autonomía actual como la seguridad de Israel se mantendrán en fuerza.”

Para evitar anexar tierras, al menos no por ahora, y a pesar de sus otros logros, algunos excelentes como también algunos lamentables, durante la década que ha estado al poder, Netanyahu ha asegurado un lugar estimado en los anales de la historia. Él es uno de los cuatro Primeros Ministros que han escoltado personalmente la condición de estado de Israel hacia la aceptación y la legitimidad: David Ben-Gurión, en declarar y sustentar el estado, Menachem Begin en ganar el reconocimiento por parte de Egipto, Yitzhak Rabin en negociar el tratado de paz con Jordania, y ahora Netanyahu con el presagiado reconocimiento por parte de los EAU.

Hay seis conclusiones interinas adicionales a ser consideradas:

  1. Es evidente que un Israel, militarmente fuerte carga consigo beneficios y peso entre los países de Medio Oriente, particularmente en un momento en el cual los Estados Unidos y la Unión Europea no han dejado una fuerte huella en la región. Aquellos que promueven un Israel militarmente fuerte se sentirán gratificados con el resultado del acuerdo EAU-Israel.
  2. El Islam Radical como una plataforma principal de organización teológica para atormentar y amenazar a Israel, recibió un golpe duro; en cambio otra visión secular árabe aceptó la realidad de Israel como un estado judío.
  3. Acciones unilaterales, como la anexión o la creación de establecimientos, no necesitan ser llevadas a cabo para que Israel aumente su seguridad.
  4. Políticos estadounidenses–ambos, Demócratas y Republicanos–que fuertemente se opusieron a la anexión de cualquier porción de territorio de la Ribera Occidental por parte de Israel, ahora se salvan de tener que tomar una posición contenciosa sobre la anexión mientras entran al ciclo entrante de elecciones.
  5. La administración de Trump anunció el acuerdo; de igual forma, la dupla Biden-Harris denominó a este evento como un acto de estado altamente necesario. Los candidatos a la presidencia de ambos partidos han demostrado apoyar a Israel como un aliado estratégico que permanece bastantemente valorado. Las chances de Israel de ser un problema de “brecha” partidista en las elecciones 2020 son ampliamente descartadas.
  6. Aunque Washington tomó crédito de este acuerdo de forma pública, el acuerdo se desarrolló a causa de las décadas de conversaciones entre docenas de oficiales de los EAU e Israel, cada uno buscando sus intereses nacionales en primer lugar.