Kenneth Stein, La Adquisición Sionista de Tierras: un elemento principal en el establecimiento de Israel

inMichael J. Cohen, (ed.) The British Mandate in Palestine A Centenary Volume, 1920-2070, Routledge, 2020,

 pp. 189-204

Vincular a las Personas con la Tierra:Un Resumen

Para lograr que un estado judío moderno se desenvuelva, dos requisitos físicos fueron necesarios: una población y un territorio. La inmigración y la adquisición de tierras llevó al sionismo a la realidad. Ambos fueron el oxígeno para el desarrollo de la nación. Crear establecimientos e instituciones, colocar las tuberías de agua y los caminos, expandir los almacenes, construir escuelas y contratar a maestros, crear instalaciones médicas, expandir las áreas urbanas, desarrollar instituciones políticas, sociales y culturales de auto-gobierno, y revivir al hebreo como idioma hablado reflejaron un dinamismo proactivo. 

Para los judíos viviendo en el extranjero, las exitosas transformaciones o los retrocesos en Palestina causaron interés y atención. Los cambios en el panorama de Palestina convencieron a muchos a considerar o abandonar su compromiso para apoyar al sionismo. Con cada persona absorbida y cada parcela de tierra adquirida o redimida, el propósito del sionismo avanzó hacia la realización. Cuando otro judío más se establecía en Palestina o un vendedor árabe vendía una parcela de tierra a un comprador judío, el sionismo continuó respirando. Una conexión simbiótica existió entre la compra de tierras por parte de los judíos y la inmigración judía, Chaim Weizmann escribió al Primer Ministro británico Neville Chamberlain en 1939, ‘La tierra fue la base del Hogar Nacional [judío]; no vinimos a Palestina para permanecer como moradores del pueblo, sino que estamos luchando para retornar a la tierra. La tierra fue fundamental para nuestro trabajo. Más allá de esto, el establecimiento agrícola fue la base principal de nuestro trabajo y tuvo una relación directa con la inmigración.

Según los resultados registrados en 1949, con la firma de Israel de su cuarto acuerdo de armisticio con un vecino árabe (Egipto, Jordania, Líbano y Siria), y la admisión de Israel a las Naciones Unidas, el proceso de vincular a la población con el territorio demostró ser eficiente. Desde 1882, cuando comenzó a marcar el reloj cronológico del sionismo moderno, hasta el 15 de mayo de 1948 cuando el estado de Israel fue declarado, la población judía en Palestina creció de 25.000 a 650.000; en el mismo periodo cuando la adquisición judía de tierras creció de un par de cientos de miles de dunams (un dunam equivale a un cuarto de un acre) a 2 millones de dunams. En el periodo de 1882 a enero de 1948, 315 establecimientos rurales judíos fueron creados en Palestina.  Para 1939, antes de que un tercio de la población judía mundial haya sido destruida en el Holocausto, un núcleo geográfico y demográfico para un estado judío se encontraba presente en Palestina. Para ese entonces, 450.000 judíos y 67% de toda la tierra que los judíos comprarían, ya se encontraba en manos judías. En el mismo año, los árabes en Palestina y otros lugares en el Medio Oriente estaban completamente conscientes de la realidad que los sionistas se encontraban al límite de crear un estado. Los árabes vieron, conocieron y escribieron sobre el sionismo en el umbral de su hogar nacional. En ese momento y durante la década que siguió, los sionistas crearon establecimientos rurales, centros urbanos, suburbios de barrios, instituciones sociales, culturales y políticas, y elementos de una infraestructura para apoyar a una economía emergente, un sistema bancario, e incipientes ejércitos de auto-defensa. El desarrollo geográfico judío estuvo enfocado primordialmente en la ruta Jerusalén-Tel Aviv, a lo largo de la llanura costera de Gaza a Haifa, desde Haifa al sur por medio del Valle Jezreel al Mar de Galilea y luego, dirigiéndose hacia el norte pasando el Lago Huleh al límite Líbano-Siria. La huella geográfica y demográfica para un estado judío no se concentró en poblar o comprar tierras excepto en pocos lugares a los pies de las colinas de Judea y Samaria, al centro-norte de Galilea, o al sur de Beersheba. 

El crecimiento físico del moderno hogar nacional judío comenzó en los años previos al Primer Congreso Sionista llevado a cabo en 1897 bajo la coreografía de Theodor Herzl en Basilea, Suiza. Decenas de miles de inmigrantes judíos, principalmente de orígenes de Europa del este y Medio Oriente, algunos apoyados por los filántropos judíos que residían en pequeños establecimientos mientras entraban a Palestina a partir de los 1880s en adelante. Afirmando un compromiso para construir un Estado Judío, la Organización Sionista Mundial estableció instituciones financieras e inmobiliarias para asistir la inmigración y los procesos de compras de tierras. Entre 1882 y 1918, se crearon 58 pequeños establecimientos, kibbutzim, moshavim, y áreas urbanas. Antes de la Declaración Balfour de 1917, la compra actual de tierras realizada por judíos sumó unos 450.000 dunams, un cuarto del total adquirido hasta mayo de 1948. Para cuando Palestina bajo el Imperio Otomano cayó en manos de la conquista del ejército británico, la Asociación de Colonización de Palestina (1891), el Fondo Nacional Judío (1901), el Fondo Colonial Judío (1899) y su subsidiaria en Banco Anglo-Palestino (1902), una Oficina Palestina de la Organización Sionista Mundial (1907) y agentes inmobiliarios judíos como Yehoshua Hankin, Arthur Ruppin, y Jacob Thon estuvieron involucrados activamente en la compra y el establecimiento de la tierra antes de que la autorización política para construir el hogar nacional fuera asegurada al final de la Primera Guerra Mundial. Durante y después de la guerra, se alcanzaron logros de cabildeo de importancia crítica por una gran cantidad de líderes sionistas, entre ellos Nahum Syrkin, Menachem Ussischkin y Chaim Weizmann. Weizmann obtuvo éxitos particulares en la representación de los intereses sionistas en la Conferencia de Paz de Paris en 1919 donde expuso argumentos persuasivos. Su trabajo haciendo presión resultó en la inclusión de porciones del Río Jordán y el Mar de Galilea dentro de la jurisdicción geográfica de la Palestina de Gran Bretaña, y en procurar la autorización por parte del gobierno británico de una Agencia Judía reconocida como el contacto sionista oficial con la naciente comunidad judía. La inclusión del Artículo VI del Mandato de Palestina fue enormemente valiosa para las futuras operaciones sionistas en Palestina.

El artículo estableció que el gobierno británico, mientras aseguraba que ‘los derechos y la posición de otras secciones de la población no sean perjudicadas [El Gobierno de Su Majestad] deberá facilitar la inmigración judía bajo condiciones adecuadas y deberá promover, en cooperación con la Agencia Judía con referencia en el Artículo 4, el establecimiento de judíos en la tierra, incluyendo terrenos del gobierno y terrenos baldíos que no son requeridos para propósitos públicos.’ Prerrogativas explícitamente declaradas para la comunidad judía en Palestina sirvieron como una ininterrumpida línea de base estándar para la compra de tierras y la inmigración libre. A lo largo del siguiente cuarto de siglo de gobierno en Palestina, Gran Bretaña de vez en cuando titubearía o dudaría de las intenciones del Artículo 6. Lo que no varió desde los primeros días de la inmigración Sionista y la compra de tierras en Palestina, fue un reconocimiento inequívoco por parte de los inmigrantes judíos, los líderes sionistas y aquellos involucrados en la adquisición de tierras que la población árabe en Palestina, y eventualmente en otros lugares del Medio Oriente, detestaban vigorosamente y se oponían violentamente a la presencia judía y al objetivo del sionismo. De la misma manera, líderes sionistas y compradores de tierras permanecieron constantemente conscientes que allí había fuentes ilimitadas de vendedores árabes dispuestos a ceder dunams, tramas, y parcelas.  Rápidamente, la comunidad judía en Palestina comprendió que la oposición pública árabe a la creación del estado judío era completamente inconsistente con la preparación interminable para vender tierras en Palestina.

Objetivos Entrelazados: Inmigración y Compra 

Las políticas de la inmigración judía y la compra de tierras diferían en Palestina. Ambas dependían de la política británica y la disponibilidad de fondos. Con la inmigración, los políticos sionistas tuvieron que calcular la disponibilidad de los posibles inmigrantes judíos. Con la adquisición de tierras, nunca hubo una pregunta sobre la disponibilidad de tierras árabes o la disposición de los árabes a vender su tierra, o la proximidad a un área de tierra en particular para conectar a un objetivo geopolítico o económico específico. En el ámbito de la inmigración, el movimiento sionista tuvo que lidiar con diferentes niveles de apatía y la oposición absoluta al sionismo por parte de posibles inmigrantes. El sionismo, como concepto, fue muchas veces cuestionado por muchos judíos alrededor del mundo. Muchos no querían formar parte del sionismo político o les importaba poco soportar lo que sería una vida dura en Palestina. De 1920 a 1948, la inmigración judía fluyó de acuerdo a un número de variables: la economía de Palestina, la opinión cambiante de un número de oficiales y políticos británicos quienes fluctuaban entre los extremos pro y anti sionistas. Habían oscilaciones entre la tranquilidad de la comunidad y la rebelión civil. Esto se desenvolvió en días, meses o años en una corta, esporádica o prolongada violencia entre comunidades–en 1920, 1921, 1928, 1929, 1933, 1936-1939, y especialmente de 1945 hasta el final del Mandato Británico en 1948. Los británicos inevitablemente pusieron la culpa de los disturbios sobre los hombros de la nación en desarrollo; repetidamente consideraron amenazar o ahogar ambos elementos esenciales sionistas. Eventualmente los británicos querían y necesitaban proteger a los árabes quienes estaban facilitando las provisiones de tierras a los judíos. Cuando fueron confrontados por medio de la interrupción de la inmigración y las compras de tierras, los sionistas contrarrestaron repetidamente con elusiones innovadoras.

En 1921, un año después del comienzo de la administración civil británica en Palestina, la inmigración judía fue suspendida. A pesar de esto, los judíos continuaron filtrándose a Palestina. En el Mandato de Palestina en 1922, el gobierno británico proveyó una definición general de ‘establecimiento definitivo de los judíos en la tierra.’ Durante el mismo año, en el Libro Blanco de 1922, el Secretario Colonial Winston Churchill definió a la inmigración judía de acuerdo a definición muy ambigua de la ‘capacidad económica de un país de absorber nuevos inmigrantes,’ tras lo cual la administración prosiguió a crear categorías de acuerdo a si los posibles inmigrantes traían sus propios fondos, podrían ser parte del mercado laboral, entre otras limitaciones. Luego de siete años relativamente calmados, la violencia surgió en 1929 con la muerte de cientos de judíos y árabes. A partir de allí hasta 1934, los británicos establecieron o enviaron a Palestina media docena de comisiones de investigación que publicaron reportes (Shaw, Hope-Simpson, Johnson-Crosbie, Reportes Franceses, e Investigación de Árabes Sin Tierra determinando que la inmigración judía y la compra de tierras, el crecimiento del hogar nacional judío, y la ira árabe a causa de la presencia judía y su crecimiento, fueron causas de la violencia colectiva. No obstante, estos reportes, ningún cambio político real se realizó en los 1930s. Amenazados, pero no ahogados, los judíos continuaron inmigrando y comprando tierras. Luego del estallido de los disturbios de 1936-39, el gobierno de Gran Bretaña en Palestina cambió drásticamente su curso político. En esos tres años, los sionistas sintieron que el crecimiento del emprendimiento sionista sería truncado, y en consecuencia los líderes sionistas crearon sus planes. La inmigración ilegal o ‘Aliya Bet’ se aceleró en lugares donde fue posible. Cuando en la declaración política británica (Libro Blanco) de 1939 Londres decidió restringir la inmigración judía a 75.000 por al menos los siguientes cinco años y limitar la venta de tierras palestinas árabes y la compra judía de tierras, los dirigentes sionistas permanecieron decididos a seguir adelante con sus planes. Aunque los límites del crecimiento del hogar nacional permanecieron vigentes hasta la declaración del estado el 15 de mayo de 1948, ni los líderes sionistas ni el liderazgo ni la base sionista observaron las restricciones, ni como muestra el registro, los administradores británicos fueron capaces de detener el crecimiento judío físico o demográfico.

Gran Bretaña tenía la intención de gobernar Palestina con una doble obligación, hacia los judíos y las comunidades árabes: la promesa fue hecha para facilitar tanto el hogar nacional judío mientras se protegían los derechos civiles y religiosos de la comunidad árabe. En los Libros Blancos ofrecidos en 1922, 1930 y 1939, y en las decenas de reportes que se escribieron durante y después de este periodo, siguió definiendo la aplicación o la aplicabilidad de la dualidad como política. La dualidad fracasó porque la obligación ‘de establecer un hogar nacional judío no era equivalente a proteger los derechos civiles y religiosos de las existentes comunidades no-judías.’ La primera declaración fue la otorgación de un derecho; la segunda, una declaración de una tolerancia concedida. Las obligaciones no solo fueron hechas y tomadas en porciones desiguales, sino que ambas comunidades diferían en varias maneras drásticas. En algunas de ellas, discrepaban en composiciones socio-económicas, perspectivas políticas, niveles de educación, acceso a capital, organizaciones que serían a las respectivas aspiraciones comunales, plantel de liderazgo y capacidades de cambiar las tácticas de corto-plazo para adaptarse a los objetivos estratégicos de largo plazo. Los árabes no tenían una población en la diáspora que haya tomado un interés en Palestina; con el tiempo los sionistas habían construido un número pequeño pero comprometido de judíos dedicados apasionadamente al crecimiento del sionismo. 

La formación del estado judío: Fuentes árabes y motivaciones para la venta de tierras.

Gran Bretaña tuvo un mayor éxito en frenar la inmigración que en detener la venda de tierras árabes. Londres cerró la inmigración brevemente en 1921, amenazó con hacerlo en el periodo de 1929 a 1931, y finalmente limitó la inmigración judía a un número muy reducido en 1940. El gobierno británico cerró los bordes fluviales de Palestina y utilizo la Marina Real para prevenir que los barcos de inmigración ilegal desembarquen en la costa mediterránea. Gran Bretaña tuvo menos éxito en el ámbito de las tierras. No podía parar la disposición o preparación de los árabes para vender sus tierras. Diferente a la inmigración, las transacciones de tierras no eran visibles; podían fácilmente pasar desapercibidas, particularmente cuando se encontraba en los intereses mutuos de los vendedores árabes y los compradores judíos realizar la transacción de manera privada. En el ámbito de las tierras, Gran Bretaña no tenía el número de personal o personal entrenado para impedimentos, trampas o artimañas.  Las Regulaciones de Transferencia de Tierras de 1940 fueron rigurosamente eludidas por medio de artimañas legales de todo tipo. Solo dentro del ámbito de la venta de tierras los árabes podían decir ‘no’ al sionismo y negarse a participar en un proceso que finalmente alejó a muchos de su propio patrimonio. Las ofertas árabes para vender sus tierras surgieron de los dueños quienes residían dentro y fuera de los bordes limítrofes de Palestina, tanto de dueños de pequeñas y grandes tierras, desde líderes políticos árabes, miembros de la clase social alta, de generaciones mayores y jóvenes, desde dueños independientes de clase media cosechando o pastoreando en sus propias tierras, hasta de los campesinos. Todos entendían las consecuencias de la venta de tierras. La prensa palestina árabe y los políticos árabes reconocieron las implicaciones de la complicidad en la venta de tierras, especialmente los mismos palestinos árabes. 

Durante los primeros cincuenta años, la mayor fuente de compras de tierras árabes fueron dueños provenientes de familias con grandes bienes. Cuando la mayor parte de las grandes áreas de tierras árabes fueron vendidas a los compradores judíos, había pocos campesinos árabes que trabajaban en la tierra. Por ejemplo, en la compra de 200.000 dunams de las tierras de los Sursock, allí había menos de 700 habitantes árabes trabajando o quizás no más de 5.000 personas en total. Cuando el Fondo Nacional Judío compró las tierras de la villa Shatta en el área de Beisan durante 1929-1930 de las familias Ra’is y Abyad en Haifa, había allí 900 árabes viviendo en 14.000 dunams. En el periodo de 1929-30, cuando el Fondo Nacional Judío compró 30.000 dunams de tierra de la familia Tayan de Beirut en Wadi Hawarit y Wadi Qabbani, las tierras ubicadas al sur de Hadera, también conocidas como Emek Hefer, había 1200 familias beduinas viviendo allí. Los Sursock, como otros árabes inversionistas de propiedades compraron tierra para una posible revalorización de bienes. Ellos acumularon grandes cantidades de tierras en Siria y Palestina primordialmente desde mediados del siglo XIX en adelante. Cuando el Imperio Otomano buscó incrementar sus ingresos como respuesta a la presión de Europa para pagar sus deudas, la administración del Sultán instituyó la Ley Otomana de Tierras de1858 y las Leyes Otomanas para el Registro de Tierras de 1864. Ambas tenían la intención de generar ingresos haciendo que los campesinos registren sus propias tierras. En cambio, la mayoría de los campesinos vivían con ansiedad por las demandas el impuesto voraz y la conscripción si sus nombres aparecían en los registros del gobierno. En busca del anonimato, la falta de disposición a buscar vigorosamente el registro de las tierras a sus nombres facilitó que los nobles en zonas urbanas, comerciantes, prestamistas de dinero, oficiales otomanos locales y líderes religiosos clamen sus tierras y expandan sus bienes.Confrontando constantemente las deudas anuales, estos mismos campesinos intercambiaron los derechos tradicionales a trabajar las tierras por necesidades básicas inmediatas: un animal de arado, semillas, o fondos para sobrevivir durante el año. Frecuentemente, los campesinos vendían el rendimiento de sus cosechas con antelación a la temporada nueva de plantación o mucho antes de la siguiente cosecha, y si la cosecha no se materializaba, se generaba una insolvencia campesina o los derechos al uso de la tierra y a poseerlas en una villa eran intercambiados por la reducción de deudas. Las familias con grandes áreas bajo su control continuaron con el dominio en la mayoría de las áreas urbanas de Palestina a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, y muchos fácilmente se volvieron familias urbanas de élite que dominaron el movimiento nacional palestino árabe en los 1920s, y en algunos casos lo pasaron a sus descendientes en los 1930s y 1940s.

De acuerdo a las estadísticas del Censo de Palestina de 1931, había 1.035.821 personas, de las cuales 759.712 eran musulmanes, 91.338 cristianos, y 174.610 judíos, y un pequeño porcentaje de otras regiones. Dentro de la población árabe, 85 por ciento residía o trabajaba en el sector rural, lo que significa que la compra y venta de tierras tenía el potencial de afectar el bienestar inmediato de la gran mayoría de la población palestina árabe. En la población árabe, 400.000 personas se sustentaban por medio del cultivo ordinario, de las cuales 108.765 eran asalariados y 331.319 eran dependientes. De los asalariados 5.311 ganaban sus ingresos de la renta de tierras agrarias, o lo que de otro modo podría denominarse las élites políticas/terratenientes, y 63.190 personas quienes cultivaban su propia  tierra, eran trabajadores agrícolas o trabajaban en la tierra de alguien más como arrendatarios. Otros factores corrosivos contribuyeron a la pobreza persistente de los campesinos palestinos. La devastación rural tras la Primera Guerra Mundial dejó a los campos en las colinas y los valles despojados a causa de la actividad militar.Los árboles fueron arrancados, los animales de arado fueron requisados o asesinados, los cultivos no fueron ni plantados ni cosechados sino que destruidos. En 1926, había una plaga de ganados que perjudicó a la agricultura campesina. Sucesivamente, el mal rendimiento agrícola a principios de los 1930s hizo que la subsistencia agrícola sea más difícil de lo normal. La periódica violencia rural, particularmente en el periodo de 1936-1939 dejó a los campesinos a la merced de bandas que aterrorizaban en los campos, de hecho, causando que un pequeño número de terratenientes vendan sus tierras, tomen sus pequeñas ganancias financieras, y huyan de Palestina. Bandas terroristas improvisadas requisaron alimentos, tomaron animales, arruinaron cultivos y directamente empujaron a los pobladores locales a depender de los avaros prestamistas. 

Por siglos, dos prácticas rurales, realizadas a lo largo de los años debilitaron el bienestar económico de las clases agrícolas de Palestina. Esto fue más agobiante para la producción agrícola campesina, además la dificultad causada por los mismos pobladores fue la práctica de mudarse de parcela en parcela cada dos, tres o cinco años. Este sistema musha’ de propiedad de tierras o uso de la tierra fue caracterizado por cada experto en tierras ya sea árabe, sionista o británico, como algo extraordinariamente debilitante porque los campesinos evitaban realizar mejoras a largo plazo en sus tierras, y permanecían perennemente dependientes de fuentes de crédito, a menudo en las afueras de un pueblo que repercutía en la ‘explotación de dinero’. En febrero de 1930, Heinrich Margulies del Banco Anglo-Palestino describió un ejemplo de las tácticas de presión del propietario árabe utilizadas con los campesinos en las tierras bajo ocupación musha’. Margulies señaló que el campesino no tenía manera de saber el tamaño del total de sus posesiones. El campesino era tentado por la oferta del precio por parte del efendi o de los intermediarios de 20 piastras por dunam. ‘Aquellos que renuncian a sus tierras de esta manera, a menudo se vuelven víctimas de la pobreza, y más aún porque los efendis los perseguían en las tierras de una manera despiadada y brutal.’ 

El endeudamiento masivo de los campesinos árabes con personas importantes de zonas urbanas y comerciantes se prolongaron desde la época otomana hasta el final del final del Mandato. Las personas importantes que habitaban zonas urbanas, entre ellos comerciantes, propietarios, líderes religiosos, y otros pertenecientes a la sociedad árabe palestina aplicaron altas tasas de interés, causando que los campesinos acumulen y vivan permanentemente bajo deudas masivas, constantemente endeudados con propietarios árabes no-residentes, afluentes y adinerados. Los prestamistas a menudo tenían pagarés que mostraban que el prestatario recibió una suma más grande de lo que en realidad le pagó.  Las personas importantes en Palestina se autodenominaron paternalistamente como cuidadores del campesinado; controlaban al campesino como su fuente de crédito.  Más que cuidadores, los palestinos dueños de propiedades quienes quizás hayan mantenido también la deuda campesina, se autoconfiguraron como un segmento privilegiado de la elite importante. En 1934, A.L. Tibawi pidió permiso al oficial de Samaria del distrito británico de Nablus, H.M. Foot para mover a sus inquilinos fuera de su tierra sin proveerles la compensación económica requerida para hacerlo. Tibawi, en su petición al gobierno, la cual tuvo éxito, argumentó que el ingreso económico de tres inquilinos era mucho menos de lo cultivado por los trabajadores contratados. Y que ‘los inquilinos no solo cesaron de contribuir con su parte a los ingresos [de la tierra], sino que tampoco pagaron los impuestos del gobierno. La presencia de los inquilinos amenazó su futuro con serias pérdidas materiales. Los propietarios debían mantener un estándar alto de vida lo cual no sería justo comparar con el de los inquilinos.’ 

Resúmenes detallados de posibles áreas de tierras disponibles para la compra eran inusualmente los primeros temas de la agenda señalados en los reportes mensuales del Fondo Nacional Judío o los protocolos de las reuniones de la Directiva del Fondo Nacional Judío. Una lectura detallada de esos 150 reportes/transcripciones del F.N.J. que cubrían el periodo desde 1922 a 1948, revelan las consideraciones para la compra de tierras del F.N.J.: cantidades de tierras disponibles, clima político, posibles compradores, las variedades de tierras a ser compradas, acceso a agua, ubicación geográfica, seguridad en el área, habilidad de los agentes inmobiliarios e intermediarios de emplear su comercio con temor o seguridad, si los campesinos árabes trabajaban en la tierra, si la compensación fue pagada o sería pagada para desalojar las tierras, y problemas estratégicos más amplios como las políticas británicas, tanto las existentes como las pendientes. El 26 de noviembre de 1926, mientras se consumaban los últimos acuerdos de ventas del año anterior de la familia Sursock de Beirut de más de 176.000 dunams en el Valle de Jezreel, Yehoshua Hankin, el agente inmobiliario más importante del F.N.J. en aquel tiempo, dijo a los reunidos que allí había tres millones de dunams. Durante los siguientes cinco años, Hankin estaría involucrado en la compra de grandes extensiones de tierra, entre ellas, 300.000 dunams en Emek Hefer – Wadi Hawarath/Wadi Qabbani al sur de Hedera en Shatta, en el Valle de Beisan. De 1929 a 1936, los judíos adquirieron la mayor cantidad de tierra árabe posible en cualquier periodo de seis años, 293.374 dunams, excepto durante 1921-1925, cuando 368.525 fueron comprados, los cuales incluyeron la compra de las tierras de los Sursock de 1925. A comienzos de los 1930s, las parcelas de propietarios árabes crecieron como una fuente importante para la compra judía de tierras.  Las grandes propiedades ya no eran abundantes como antes, la demanda de tierras por parte de los judíos continuó; la inmigración judía incrementó y con ella vinieron pequeñas sumas de capital. El sector rural árabe sufrió una serie de cosechas terribles, y los precios de las tierras se elevaron paulatinamente. Mientras más parcelas pequeñas eran adquiridas o consolidadas por los intermediarios, más grande era el número de trabajadores agrícolas, pastores, jornaleros o arrendatarios que fueron afectados inmediatamente por la compra de tierras por parte de los judíos.  Los británicos reconocieron el problema de que más y más árabes eran desplazados por las compras judías cuando los mismos habían instituido una inconclusa Investigación de Árabes Sin Tierra en 1933. A principios de los 1930s, cuando la compra judía de tierras alcanzó su pico más alto, el gobierno británico implementó leyes para prevenir que los campesinos árabes dejen sus tierras sin una parcela o compensación alternativa para desalojar las tierras, ya sea antes o después que una transferencia sea negociada o finalizada. El gobierno cerró las Ordenanzas de Protección al Cultivador en 1931, 1932, y 1936,e implementó la Ley de la Ordenación de Ejecución (Enmienda) de 1931 designada para prevenir el desalojamiento de los inquilinos por medio del cumplimiento de una deuda hipotecaria como ocurrió un año antes en el pueblo de Zerin cerca de Jenin. En la noche de los disturbios de 1936-1939, el gobierno palestino estuvo cerca de implementar una legislación que garantizaría a un propietario árabe un mínimo lote pero el estallido de la violencia pospuso permanentemente la protección de pequeños propietarios. 

Los líderes políticos árabes palestinos participaron en las ventas de tierras a los judíos a lo largo del periodo del Mandato. De los ochenta y nueve miembros electos al Ejecutivo Árabe entre 1920 y junio de 1928, al menos un cuarto fueron identificados, personalmente o por medio de miembros familiares directos, de haber participado directamente en la venta de tierras a los judíos. De los ochenta y nueve miembros del Ejecutivo Árabe que asistieron al Séptimo Congreso Árabe en Junio de1 928, para esa fecha al menos catorce habían estado involucrados en la venta de tierras. Miembros de varias delegaciones árabes palestinas en Londres en 1921, 1929, 1930, y 1939 parecían haber estado muy involucrados en el proceso de venta de tierras. Para muchos de los individuos que vendieron sus tierras en algún punto de sus vidas, esa realidad no impidió una previa o posterior hostilidad hacia la venta de tierras. En la comunidad árabe palestina, los esfuerzos de 1931-1932 para recaudar fondos para comprar las tierras de posibles vendedores árabes a los judíos para desviar esas ventas a compradores judíos demostraron ser un fracaso. El Mufti de Jerusalén, Hajj Amin al-Husayni, en un esfuerzo para reprimir la creciente venta de tierras árabes a los judíos, emitió una fetua invocando amenazas religiosas contra cualquier musulmán que vendiese sus tierras a los sionistas o participara en ello. Aquellos que sí vendieron sus tierras a los judíos eran llamados infieles, y no eran garantizados el derecho de ser enterrados en cementerios musulmanes. La amenaza demostró ser ineficiente. A principios de los 1930s, cuando los británicos buscaron ver que tan amplias se habían convertido las ventas de tierras árabes a los judíos en un esfuerzo para encontrar un número de árabes que se quedaron sin tierras a causa de las compras judías, el Alto Comisionado Británico y su personal fueron puestos en traba por árabes importantes que se rehusaron a proporcionar dicha lista. 

Los sionistas, también por su parte, guardaron dicha información de los británicos, buscando proteger el anonimato de anteriores vendedores ya que podrían ser participantes de ventas futuras. Notablemente, a partir de comienzos de los 1930s en adelante, los periódicos árabes palestinos reportaron y publicaron una editorial sobre la creciente actividad de intermediarios inmobiliarios árabes y la venta de tierras. Artículos y editoriales criticaron vigorosamente a los líderes palestinos por sus fracasos en responder a lo que fue percibido como una amenaza inminente al futuro de los árabes en Palestina. Lo que sigue es solo una pequeña muestra del odio, la desesperación, y el miedo expresado en los periódicos árabes palestinos de aquel tiempo. Cabe señalar particularmente que estos sentimientos aparecieron casi a diario en los cinco años antes del estallido de la violencia en abril de 1936. En Rural Change and Peasant Destitution: Contributing Causes to the Arab Revolt in Palestine, 1936-1939, semencionó el caso de cómo la venta de tierras, el titubeo de los británicos, la implacabilidad sionista en la tierra y el ámbito de la inmigración, y la ineptitud política árabe contribuyeron a los tres años de violencia. 

al-Ikdam, 19 de enero de 1931- ‘Estamos vendiendo nuestras tierras a los judíos sin ningún remordimiento. Los mediadores de ventas de tierras están ocupados día y noche con su negocio odioso sin sentir vergüenza. Mientras tanto, la nación se ocupa con las protestas. ¿A dónde vamos? Uno mira a la cantidad de tierras árabes transferidas diariamente a manos judías, [uno] se da cuenta de que estamos obligados a irnos de este país. ¿Pero a dónde? ¿Deberíamos mudarnos a Egipto, Hiyaz, o Siria? ¿Cómo podríamos vivir allí, si habríamos vendido las tierras de nuestros padres y ancestros a nuestros enemigos? Nadie podría tenernos misericordia o piedad, nos fuimos de nuestro país, porque la habríamos perdido por nuestra propia cuenta’.

al-Hayat, 23 de enero de 1931- ‘Los árabes de Tulkarm están ocupados vendiendo sus tierras a los judíos por medio de la intercesión de ciertos intermediarios’. 

al-Jami’ah al-Islamiyyah, 21 de agosto de 1932. ‘…porque los judíos están en alerta, y nuestros líderes están dormidos, los judíos están comprando las tierras’.

al-Jami’ah al-Islamiyyah, 2 de septiembre del 1932. ‘El árabe nunca considerará a estas ventas como legales, aunque los judíos poseen los títulos a estas tierras; y cuando cambien las condiciones políticas, los árabes exigirán que se les devuelvan sus tierras porque estas fueron vendidas en [circunstancias] muy extraordinarias’.

al-Jami’ah al-Arabiyyah, 16 de septiembre de 1932. No cabe duda que la cuestión de la venta de tierra es uno de los peligros que amenaza al futuro del país. 

Filastin, 5 de agosto de 1933.  ‘Si el gobierno se preocupase seriamente de las masas, prohibiría las transacciones de tierra las cuales perjudican a los campesinos y les ocasiona más daño que cualquier número de malas estaciones consecutivas’.

al-Jami’ah al-Arabiyyah, 24 de mayo de 1934. ‘La situación es insoportable y nuestras tierras se están convirtiendo ahora en presas fáciles en las manos de los saqueadores. Los intermediarios aumentan cada día entre varias clases de ricos y pobres que se han deslumbrado por el oro sionista’.

al-Difa’, 5 de noviembre de 1934. El periódico atacó a los intermediarios y señalo que ‘aquellos que adoptaron esta profesión [intermediarios de ventas de tierra] buscan volverse ricos y recaudar dinero aun si lo toman a costas de las vidas del país… ¿Es humano que el codicioso deba guardar capital para desalojar al campesino de su tierra y dejarlo sin hogar o hasta a veces convertirlo en un criminal? El árabe temeroso quien tiene miedo de su futuro, hoy se muere de miedo cuando se imagina a sus descendientes sin hogar y siendo criminales, no pudiendo observar a las tierras de sus padres’.

al-Jami’ah al-Arabiyyah, 16 de enero de 1935.  El periódico atacó a la intermediación ilegal de tierra y a aquellos doctores y abogados quienes buscaron el lucro e ignoraron cada causa nacional. 

al-Difa’, 25 de marzo de 1935.  Un artículo reportó, ‘Si ustedes vendedores de tierra e intermediadores intentan devolver su dinero a los judíos, ¿nos devolverán nuestra tierra? Nunca lo harán porque la tierra dura para siempre y Dios la creó, mientras que el dinero no dura y Satán lo creó’.

Al-Jam’iah al-Islammiyah, 22 de enero de 1936.  ‘Nuestra calamidad y la venta de tierras se encuentran sobre los hombros de nuestros líderes. Ellos mismos, como también sus parientes, fueron culpables de vender las tierras a los judíos’.

Mediados de la década de los 1930 hasta el final del Mandato 

En el verano de 1936, durante los primeros meses de los disturbios árabes, los tres senadores estadounidenses visitantes (Copeland, Austin y Hastings) encontraron que ‘si bien el Alto Comité Árabe a cargo de la huelga [árabe civil] exige oficialmente la prohibición de la venta de tierras a judíos, algunos de los líderes árabes activos y destacados en ese Comité están tratando silenciosamente de vender tierras a compradores judíos’. A mediados de 1937, los funcionarios británicos, árabes y sionistas hicieron evaluaciones políticas separadas de cómo podría girar la política, cada una de las cuales concluyó independientemente que un estado judío era una probabilidad distinta. Ninguna de las evaluaciones relacionó los eventos en Europa con lo que se había desarrollado en Palestina durante las dos décadas anteriores bajo el control británico. En julio de 1937, Gran Bretaña emitió el Informe de la Comisión Peel que proponía dos estados con una unión económica entre ellos y un enclave independiente para Jerusalén. La compra de tierras judías hasta esa fecha influyó sobre los británicos para optar por crear solo un estado judío muy pequeño, pero cuyas fronteras reflejaban claramente la anterior compra judía de tierras. El 30 de septiembre de 1937, en una reunión de destacados líderes árabes palestinos en Damasco, se calculó que se acercaba un estado judío. Izzat Darwazzah, cofundador del Partido Árabe Palestino Istiqlal, que fue exiliado a Damasco por su participación en los disturbios continuos en Palestina, dijo: “No hay límites para las aspiraciones de los sionistas. Si hasta septiembre de 1937, los judíos hablaron sobre construir un Hogar Nacional en Palestina; hoy ya están hablando del establecimiento de un Estado judío en parte de Palestina. La comunidad judía de Palestina ha demostrado en los dos últimos años del levantamiento que podían defenderse. No se puede negar que los judíos se habían mantenido bastante bien en sus enfrentamientos con las bandas árabes en las carreteras, en los huertos y en los asentamientos agrícolas. No hay límites para las aspiraciones de los sionistas. Si hasta septiembre de 1937, los judíos hablaron de construir un Hogar Nacional en Palestina; hoy ya están hablando del establecimiento de un Estado judío en parte de Palestina”.

El mes siguiente, Josef Weitz del FNJ, al responder a las preguntas del liderazgo del FNJ, hizo una evaluación completa del problema de la tierra, la violencia actual y las posibilidades de compras futuras. Weitz se sintió alentado por la posibilidad de que existiera un estado judío porque si se produce la partición y un estado judío se convierte en un hecho, el FNJ será reconocido por todos los judíos por su papel fundamental. Señaló que quizás en una de las pocas ocasiones desde que comenzó el Mandato, el FNJ no poseía tierras en exceso para ampliar los establecimientos existentes o construir unos nuevos. Fue la escasez de capital. Había ‘absoluta viabilidad para adquirir más tierras’ en Galilea, el valle de Huleh, las colinas de Judea y Samaria, en las cercanías de Nazereth, Jerusalén, Hulda, Tel Mond, Beisan, en el valle de Jezreel y a lo largo de la costa desde Zichron Yaakov hasta Haifa. Hubo caídas en el precio de la tierra como resultado de la inseguridad creada por los disturbios. Existía temor al terrorismo y represalias contra los intermediarios y vendedores de tierras, lo que a su vez tenía el efecto de hacer que algunos propietarios ‘huyeran del país’ pero desearan vender las parcelas antes de irse. Weitz resumió su visión general del ámbito inmobiliario con la evaluación de que “el deseo de los árabes de vender es mayor que nuestra capacidad de compra”. A fines de diciembre de 1937, David Ben-Gurion, el jefe de la Agencia Judía, convocó a un pequeño número de líderes sionistas que estaban comprometidos con la compra de tierras. Ben-Gurion reflejó la evaluación de Weitz a los reunidos. Entre ellos estaban Chaim Weizmann, Abraham Granovsky, Weitz, Menachem Ussischkin y Eliyahu Epstein (Elath). Ben-Gurion dio apertura a su evaluación de la tierra afirmando que las posibilidades de venta de tierras “estaban en una escala sin precedentes desde la Guerra Mundial; si se dispusiera de medios, los contratos podrían cerrarse por 200.000 dunams, … incluso en ambas áreas del estado previsto, judío y árabe, y en sus fronteras, con el compromiso de los proveedores de completar la transacción en poco tiempo. De estas ofertas, se examinaron al menos 150.000 dunams y se consideraron satisfactorias con respecto a las tierras de la Alta Galilea, los distritos de Beisan y Acre, Colinas de Judea (el “corredor británico”) [la carretera de Jerusalén a Tel Aviv] y en el sur. Ben-Gurion destacó la importancia política de la compra de tierras en la actualidad. Lo más probable era que en el caso de la partición, el esquema de la Comisión Real se modificara positiva y negativamente. Ciertas áreas de Galilea estaban en peligro y, en consecuencia, la compra de tierras ahora por parte del FNJ tenía un valor adicional, por encima de sus méritos intrínsecos. Ben-Gurion se refirió a esto como al menos el ‘rescate de la patria’. Ben-Gurion estimó que, si la idea de partición de Gran Bretaña se llevara a cabo, se modificara positiva o negativamente, se esperaban nuevas restricciones en la compra de tierras, que afectarían a las áreas árabes donde los judíos no tenían ningún punto de apoyo. Señaló que “era importante adquirir tierras ahora en las fronteras del estado judío previsto, en regiones en las que aún no se ha producido el establecimiento judío”. Como revela con gran detalle la transcripción de esta reunión de 1937, y como las transcripciones de otras 35 reuniones del FNJ celebradas desde entonces hasta julio de 1948, se ofrecía a los líderes sionistas una variedad de lugares donde podían realizarse las compras, lo que les permitía elegir adquisiciones que eran estratégicamente importantes, en su mayoría contiguas a los establecimientos judíos existentes, cerca de importantes cruces de carreteras, fuentes de agua, adyacentes a industrias, y tierras agrícolas nuevas o ya existentes.

Tras tres años de disturbios civiles, que algunos han denominado como motines y rebeliones, Gran Bretaña decidió poner fin a los tres años de disturbios episódicos frenando el crecimiento del hogar nacional. La decisión de frenar o detener el crecimiento del sionismo se había estado gestando desde 1929-1931, cuando los funcionarios británicos amenazaron seriamente con restricciones a la inmigración y la transferencia de tierras, pero no las impusieron. Al publicar el Libro Blanco de 1939, Gran Bretaña ganó tiempo. Buscó poner fin a los tres años de violencia. El cumplimiento de una doble obligación resultó no ser factible, al menos sin violencia periódica. Gran Bretaña reconoció que judíos y árabes tenían que vivir separados y que la venta de tierras árabes y la inmigración judía inflamaron el fervor de los árabes. Por lo tanto, emitió restricciones para calmar la ira árabe en Palestina y, además, evitar antagonizar a las poblaciones árabes y musulmanas en el Medio Oriente y en otros lugares donde Londres tenía presencia estratégica e intereses geoestratégicos (Egipto, Jordania, Iraq, Arabia Saudita, India, etc.).

El Libro Blanco contenía tres partes: eran (1) terminar el Mandato y establecer, dentro de diez años, un estado federal palestino independiente que estaría en relaciones de tratado con Gran Bretaña; (2) limitar severamente la inmigración judía a 75.000 personas durante los siguientes cinco años y, (3) facultar al Alto Comisionado (entonces Sir Harold MacMichael) para regular y prohibir la transferencia de tierras. Según la LTR, Palestina se dividió en tres zonas: Zona A (63 por ciento de la superficie terrestre) en la que se prohibirá cualquier “transferencia de tierra … salvo a un árabe palestino”; Zona B (32%) en la que esa transferencia “por un árabe palestino, salvo a un árabe palestino, estará prohibida a menos que … [haya] aprobación por escrito del Alto Comisionado”; y la Zona Franca (5 por ciento) en la que “no habrá restricciones a las transferencias”. Según el documento y la exposición de motivos que lo acompaña, la Zona A ‘incluye la región montañosa en su conjunto (es decir, las llamadas tierras altas de Judea, Samaria y Galilea) junto con ciertas áreas en los subdistritos de Gaza y Beersheba donde la tierra disponible ya es insuficiente para mantener a la población existente, ‘cuyos habitantes eran prácticamente todos árabes. La zona B ‘incluye las llanuras de Esdraelen y Jezreel (que van hacia el este desde la zona industrial de Haifa hasta el Jordán), el este de Galilea, las (dos pequeñas) llanuras marítimas (una al sur de Haifa y la otra al sur de Jaffa) … y la partición sur del subdistrito de Beersheba (el Néguev) en el que, a excepción de la región desértica del Néguev, la población era una mezcla de judíos y árabes. Finalmente, la Zona Franca incluía ‘todas las áreas municipales (24 en número), la Zona Industrial de Haifa … y, hablando en términos generales, la llanura marítima (central)’, en la que, a excepción de la mayoría de los municipios más pequeños y el de Jaffa, la mayoría de la población era judía. Esencialmente, la LTR interfirió con el mercado libre de tierras en Palestina. Al prohibir ciertas ventas, los precios de la tierra fueron obligados a bajar y, por lo tanto, los vendedores se beneficiaron menos de cada transacción. En última instancia, esto significaba (como pretendía H.M.G.) que vender tierras era menos tentador para los árabes porque un pequeño propietario de tierras ya no se beneficiaba lo suficiente de la venta para pagar sus deudas. Los funcionarios de la Oficina Colonial de Londres señalaron que, en el ámbito de la tierra, era su responsabilidad “evitar que el terrateniente árabe se separara de su tierra”. De hecho, tiene que estar protegido contra sí mismo”. El Alto Comisionado MacMichael entendió que al sacar a los compradores judíos del mercado, un precio más bajo solo podría estar disponible de otro comprador árabe potencial. Pero dijo que “el objeto de las regulaciones es proteger no al terrateniente árabe individual, sino a la tierra árabe en su conjunto”. Como era de esperar, los líderes sionistas estaban horrorizados, los líderes árabes aplaudieron. Ben-Gurion, en una carta muy larga que describe las razones sionistas para oponerse al Libro Blanco, le dijo al Alto Comisionado que “negaba a los judíos la igualdad ante la ley e introducía la discriminación racial”.

El espacio no permite enumerar cuán ingeniosamente los árabes y sionistas eludieron las restricciones de transferencia de tierras. Los británicos redactaron un informe muy detallado sobre las evasiones de la LTR utilizando volúmenes de cartas y quejas de políticos y abogados árabes para preparar el informe. La creatividad y la connivencia de los compradores judíos y los vendedores árabes no podía frustrarse; las transacciones se llevaron a cabo a pesar de las restricciones legales en sentido contrario. Durante todo el Mandato, motivos económicos obligaron a los árabes a vender tierras. Mientras los judíos continuaron comprando tierras de acuerdo con las necesidades estratégicas de 1940-1948, y los intermediarios de tierras continuaron ejerciendo su oficio como lo habían hecho antes, la LTR desarrolló nuevas consecuencias. La LTR dificultó la venta de tierras. Pero no redujo el número de ofertas árabes hechas a compradores judíos. Debido a que el proceso de transferencia de tierras se volvió más incierto, los compradores privados dieron paso al FNJ, cuya recaudación de fondos se aceleró coincidentemente en la década de 1940, particularmente a partir de 1945. Por lo tanto, aumentó el papel del FNJ como actor institucional sionista clave en la adquisición de tierras y la planificación estratégica. Pero el liderazgo del FNJ dejó al Departamento Político de la Agencia Judía a cargo de acercarse a los británicos para dialogar sobre eliminar la LTR como un obstáculo frustrante. Como continuó haciéndolo con los vendedores árabes, el FNJ compró cantidades de tierra cada vez mayores a los vendedores judíos que requerían efectivo para sus propios fines. Con completar una transacción de tierras más difícil, los costos de las tierras por dunam aumentaron en todo el país, pero especialmente donde ya había establecimientos judíos. Con el aumento de los costos por dunam, algunos posibles vendedores árabes retrasaron las ventas a la espera de que los precios subieran o participaron en actividades de mediación reuniendo paquetes dispersos para los compradores judíos. Con menos inmigrantes para establecerse mientras las restricciones de inmigración estaban en su punto máximo, el FNJ dirigió los gastos hacia la preparación de tierras que ya eran de propiedad judía. En 1947-48, por ejemplo, solo un tercio del presupuesto del FNJ se gastó en la compra de tierras; dos tercios se dedicó a la preparación de la tierra existente para los inmigrantes recién llegados. De los árabes, los judíos adquirieron tierras durante el período de restricciones eludiendo y no contraviniendo la ley. Se utilizaron medios legales para comprar tierras, pero quizás no eran registradas como se debía legalmente. Los métodos para involucrar a los vendedores árabes incluían artimañas utilizadas en años anteriores: decomiso de deudas, poderes notariales irrevocables y el uso de tenedores árabes nominales en los que el FNJ compró tierras, pero que aún eran propiedad árabe con un gravamen financiero nominado por el comprador judío. Las tierras transferidas durante este período de restricciones no constituyeron un delito penal, aunque se produjeron transferencias, se consideraron válidas legalmente. Dado que no había ninguna prohibición en que los judíos compraran tierras a no palestinos, el FNJ elaboró ​​una extensa lista de terratenientes árabes residentes fuera de Palestina que seguían siendo compradores potenciales. Los árabes palestinos y los intentos de los árabes en los estados vecinos de mantener las tierras árabes fuera del mercado palestino fracasaron. El establecimiento en Palestina del Sunduq al-Umma [Fondo de la Nación Árabe] resultó ser públicamente ruidoso, de corta duración y sin fondos. Resultó ser un obstáculo no por quitar tierras del mercado palestino, sino por amenazar físicamente a los intermediarios árabes o a abogados que trabajaban con el FNJ. En el Acta del FNJ del 10 de noviembre de 1946, Abraham Granovsky señaló que la LTR había sido testigo en los últimos tres años de un aumento en la militancia árabe contra la compra de tierras y el crecimiento del hogar nacional judío, y señaló que hasta 1946, la resistencia a vender tierras a judíos se restringió por amenazas, orales y escritas, procedimientos legales y otras acciones destinadas a molestar y distraer a los posibles vendedores. En 1946 afirmó que “la resistencia árabe ha adoptado actitudes y amenazas más serios … con algunos de los asistentes árabes leales del FNJ asesinados por activistas árabes”.

A finales de 1945, la Administración Palestina, investigando las innumerables formas en que los vendedores árabes estaban eludiendo una ley destinada a protegerlos, dijo “… el remedio está en manos de los mismos árabes. A menos que entren en connivencia con los judíos para derrotar el espíritu del Libro Blanco, los judíos no podrán entrar indebidamente en posesión de la tierra dentro de un área restringida. Si las partes a las que la ley está destinada a defender conspiran para eludir la ley, entonces es realmente difícil para las autoridades hacer cumplir la ley y defenderlas”. Además, los funcionarios británicos estimaron en 1945 que el Fondo Nacional Judío estaba “inundado de ofertas de vendedores árabes e hizo contratos aislados para completar las compras después de la guerra con la plena seguridad de que la LTR sería revocada con HMG teniendo tiempo suficiente para implementarse en el asunto”. Los funcionarios británicos no se equivocaron. El 10 de noviembre de 1946, Josef Weitz, el Director de Tierras y Silvicultura del FNJ, que era uno de los dos o tres altos funcionarios involucrados en la adquisición de tierras judías, señaló que “durante los seis años anteriores bajo las restricciones de transferencia de tierras, el JNF adquirió 390.000 dunams (152.000 de judíos y 238.000 de árabes). Las tierras compradas de judíos y árabes evolucionaron porque los propietarios deseaban efectivo; el potencial de compra de tierras no ha disminuido; permanece cada año en 250-250 miles de dunams”. Weitz señaló además, que la resistencia árabe a vender tierras a judíos estaba en auge, al igual que los precios; sin embargo, estimó que “la fuente de tierra en el país no se ha secado. Dado que hemos comprado grandes extensiones de tierra a los árabes estos últimos años y aún existe la posibilidad de más compras, se puede concluir que la voluntad de vender por el campo árabe no ha disminuido. Si no hubiera obstáculos en nuestro camino, podríamos comprar tierras sin restricciones”.

Conclusiones 

Desde principios de la década de 1880 hasta enero de 1948, los sionistas compraron 2 millones de dunams de tierra en Palestina o 2023,45 kilómetros cuadrados. La tierra judía comprada era una suma relativamente pequeña de todas las tierras registradas disponibles en Palestina, pero sin esas tierras, no se habría creado un núcleo viable para el estado de Israel. Las tierras que se convirtieron en el núcleo crítico de Israel fueron proporcionadas por vendedores árabes. El paradero de esas ventas cuando se convirtieron en establecimientos se muestra en la publicación en línea; Formando un núcleo para el estado judío 1882-1947. Desde 1908 en adelante, los compradores judíos, por razones de seguridad, se interesaron en crear áreas contiguas de asentamiento judío. Hasta bien entrada la década de 1920, hubo discusiones entre los funcionarios judíos acerca de buscar algún plan formal para la compra de tierras; evolucionó como un foco semioficial, si no una política, a raíz de los disturbios de 1929, y particularmente la muerte de más de 60 judíos en la ciudad de Hebrón, situada a una buena distancia de otros asentamientos. La idea de que las ubicaciones remotas no podían protegerse fácilmente se convirtió en un enfoque en la creación de zonas contiguas, pero eso no excluyó las adquisiciones estratégicas como quizás cerca del puerto de Haifa, en la frontera con el Líbano, o desde 1943 en adelante, buscando adquirir tierra adyacente al Golfo de Aqaba. Por razones estratégicas y de seguridad, en febrero de 1931, la Agencia Judía envió una directiva a las organizaciones judías involucradas en la compra de tierras judías. Declaró que, independientemente de si la tierra se compró cerca o lejos de las principales concentraciones de tierras judías existentes: la llanura costera, las regiones de los valles desde Haifa hasta Beisan, o en la parte baja o alta de Galilea que corre a ambos lados del río Jordán, norte y sur del Mar de Galilea: los inquilinos, pastores y trabajadores agrícolas árabes deberían ser reasentados en tierras baldías cuando las oportunidades se presentaran a distancias lejanas de las áreas judías existentes.

El área de tierra asignada al estado judío por la Resolución de Partición de la ONU fue de 14.900 kilómetros cuadrados. Por lo tanto, los judíos habían comprado el 13,5% del área que iba a ser designada como el ‘estado judío’. Además, cuando los estados árabes y musulmanes se negaron a aceptar la resolución de partición de la ONU de 1947, que podría haber establecido estados árabes y judíos, y en cambio, fueron a la guerra contra Israel en mayo de 1948, los sionistas ahora israelíes adquirieron más tierras al final de la guerra de independencia en 1949, a la que los palestinos y otros se refieren como la nakbah (desastre). Cuando los acuerdos de armisticio entre Israel y sus vecinos árabes pusieron fin a la guerra, Israel controlaba 20.500 kilómetros cuadrados, y con esto como denominador aritmético, los judíos habían comprado el 9,8% de la tierra que se convirtió en el estado de Israel. No se estableció ningún estado árabe como resultado de la resolución de partición de la ONU o del resultado del conflicto de 1947-1949. Sin embargo, el área de Cisjordania, 6 millones de dunams o 6.070 kilómetros cuadrados, fue anexada por Jordania en 1950, y el área de la Franja de Gaza, 360 kilómetros cuadrados, fue administrada por Egipto, ambos hasta después del final de la guerra de junio de 1967 cuando Israel controlaba todo lo que alguna vez fue el área del Mandato Palestino. Utilizaron contactos directos, artimañas, subterfugios, corredores e intermediarios para lograr sus propósitos. Cada uno era consciente de los impulsos del otro y cada uno comprendía las implicaciones y consecuencias inmediatas de sus respectivas acciones. Las soluciones políticas para resolver el conflicto árabe-judío con Palestina dividida en estados árabes y judíos como sugirieron los británicos en 1937 y las Naciones Unidas en 1947, evolucionaron como resultados potencialmente viables porque los árabes y los sionistas crearon hechos sobre el terreno. Ya sea que uno se niegue a reconocer que las compras de tierras sionistas crearon la falta de tierras árabes y el desplazamiento árabe a lo largo del tiempo o se niega a reconocer que los árabes vendieron sus tierras voluntariamente a los judíos, ambos siguen siendo realidades históricas irrefutables. Sin la venta de tierras árabes, un estado judío no se habría energizado; no habría evolucionado ni se habría establecido.