La decisión del muftí Hajj Amin al-Husayni de rechazar el Libro Blanco de 1939
El Muftí de Jerusalén, saliendo de las oficinas de la Comisión Real para Palestina en Jerusalén , circa 1937. (División de grabados y fotogra]as de la Biblioteca del Congreso de los EE. UU., sin restricciones conocidas).

Marzo de 1939

Al-Husayni, Hajj Amin. “The Decision by Mufti Hajj Amin al-Husayni to reject the 1939 White Paper”. Izzat Tannous, The Palestinians Eyewitness History of Palestine. Nueva York: Igt Co, 1988. 309-310. Impreso.

El Dr. Izzat Tannous, un árabe cristiano, encabezaba el Centro Árabe (Arab Center) en Londres, una organización formada para promover el apoyo para los árabes palestinos. En 1936 era simpatizante del Muftí y miembro de una delegación árabe a Londres. Las delegaciones de árabes palestinos hicieron media docena de viajes a Londres entre los años 1920 y 1936 para protestar contra la política británica de permitir el desarrollo de un hogar nacional judío y alentar la autodeterminación de los árabes palestinos. Según el secretario colonial británico, Malcolm MacDonald, Tannous “solía ser moderado, por lo que su influencia en Palestina no era considerable… [era] un hombre con capacidad de razonamiento y algo de coraje… cualquier influencia que pudiera tener sería a favor de la paz”.

Tannous, como muchos de sus compañeros palestinos, se oponía enérgicamente al sionismo y al desarrollo del hogar nacional judío, en particular, a la política británica de alentar la partición de Palestina de 1937 en un Estado árabe y uno judío. En 1937, Gran

Bretaña retiró la idea de la partición tan rápido como la planteó en el Informe de la Comisión Peel de 1937, pues se la calificó de irrealizable principalmente porque la idea de un Estado árabe no hubiera sido viable y porque los líderes árabes de los Estados vecinos clamaban para que la partición no se llevara a cabo. En su nueva declaración de políticas sobre Palestina emitida a principios de 1939, Gran Bretaña proponía limitar drásticamente la inmigración y la adquisición de tierras por parte de los judíos y establecer un Estado unitario en Palestina que se convirtiera en realidad en el lapso de una década. En dicho Estado, la población árabe se hubiera convertido en una mayoría y la judía, en una minoría. Tannous y todos los miembros del Alto Comité Árabe estaban a favor de aceptar dicha solución. La única voz disonante, y en apariencia importante, era la del Muftí de Jerusalén, Hajj Amin al-Husayni. El Muftí contaba con gran poder, no obstante, optó por no comprometerse con los británicos. Asimismo, optó por mantenerse al margen de cualquier camino político que pudiera comprometer en el futuro el dominio total y absoluto de los árabes palestinos en toda Palestina. No quería tener que considerar la opción de compartir cualquier poder político presente o futuro con ningún otro líder árabe en Palestina, y se opuso categóricamente a la presencia judía en Palestina, incluso en condición de minoría. Para el Muftí, no había un lugar para los judíos sionistas en Palestina. Para los árabes palestinos, 1939 fue un momento en el que las políticas británicas en vigor y el apoyo estatal árabe a las aspiraciones nacionales palestinas estaban en su apogeo. Durante las décadas de los treinta y los cuarenta, en particular entre 1945 y 1948, el liderazgo político británico y el Departamento de Estado de los Estados Unidos, en especial la división del Medio Oriente, se oponían activamente a la partición de Palestina, o por lo menos buscaban dilatarla, pues con ella se daría paso a la creación del Estado judío. No obstante, en este período de nueve años, como ocurrió en 1939, los líderes árabes y palestinos eligieron no involucrarse en debates políticos para asegurar, bien sea un Estado federal controlado por la población árabe, o una solución de dos Estados. Los líderes árabes buscaban constantemente una garantía absoluta de que los sionistas no tendrían ninguna influencia en la determinación del futuro de Palestina. En cuanto a los ‘moderados’, que en 1939 estaban dispuestos a llegar a un compromiso con los británicos, simplemente no querían enfrentarse públicamente al Muftí de Jerusalén 1.

A continuación, Tannous recuerda la decisión del Muftí en la primavera de 1939 de rechazar la decisión de un Estado federal, oponiéndose a 14 palestinos destacados que se encontraban a favor de la solución de un Estado federal. Para mayor información, ver “Discussion on Palestine” (Debate sobre Palestina) de Malcolm MacDonald (21 de agosto de 1938), donde se relatan con considerables detalles las reuniones de Tannous con MacDonald en agosto de 1938. Véase: British Cabinet Papers 190 (1938) y Great Britain, Foreign Office 371/21863.

-Ken Stein, enero de 2012.

El Alto Comité Árabe y el Libro Blanco

“Tan pronto como se publicó el Libro Blanco, los miembros del Alto Comité Árabe (Arab Higher Committee, AHC) y todos los palestinos que asistieron a la Conferencia palestina en Londres se reunieron en la residencia de Hajj Ameen, cerca de Jouneh, un suburbio de Beirut. Los dos miembros del Partido de Defensa, Ragheb Nashashibi y Yacoub Ferraj, estuvieron ausentes porque se habían retirado del AHC en 1937.

El Comité se reunía todos los días y se analizaba en detalle el Libro Blanco. Éramos quince en total. El Comité se reunió durante casi tres semanas. Eran reuniones que duraban todo el día, interrumpidas únicamente por los generosos almuerzos en la mesa de Hajj Ameen.

Amin effendi al-Husayni, el gran muftí y presidente del Comité; Ahmed Hilmi Pasha, gerente general del Jerusalem Arab Bank; Abdul Latif Bey Es-Salah, presidente del Partido Nacional Árabe (Arab National Party); el Sr. Alfred Roke, influyente terrateniente, circa 1936. (División de grabados y fotografías de la Biblioteca del Congreso de los EE. UU., sin restricciones conocidas)

Las reuniones eran inicialmente como en familia, sentados en un círculo y con la participación de todos. La moral era alta y las expectativas para un futuro brillante, aún más. Esto duró un tiempo, con el sueño de un palestino árabe como jefe de un departamento, o ministro, o primer ministro o, incluso, en la Casa de Gobierno. Y, ¿por qué no? Pero el dulce sueño no duró mucho. El debate se tornó más tenso, a medida que algunos comenzamos a entender que Hajj Ameen no estaba de acuerdo en aceptar el Libro Blanco. Esta postura negativa, que gradualmente se tornó más pronunciada, hacía que la atmósfera fuera extremadamente tensa. Las discrepancias entre Hajj Ameen y el resto de los miembros se volvieron graves y después de quince días de debates se hizo evidente que la única persona que se oponía a aceptar el Libro Blanco era Hajj Ameen al-Husayni. Los catorce miembros restantes no solo estaban a favor, sino que estaban resueltos a poner fin a las políticas negativas que los líderes árabes habían adoptado hasta el momento. ‘Acepten lo ofrecido y exijan el resto’ era su nuevo lema. Si hasta el momento habíamos tenido pretextos para las posturas negativas que habíamos adoptado anteriormente, ahora habían desaparecido.

Una atmósfera de resentimiento y consternación predominaba a estas alturas del debate, y había razones para ello. Los catorce miembros sabían bien que, debido a la influencia mágica que Hajj Ameen Al-Husayni tenía sobre las masas palestinas, de no obtener su consentimiento el Libro Blanco no se implementaría, y esto era un objetivo que los sionistas estaban desesperados por alcanzar. En consecuencia, el único objetivo del Comité era ahora convencer a Hajj Ameen de que su postura negativa era extremadamente perjudicial para la causa árabe, que servía involuntariamente a la causa sionista y que estaba procediendo exactamente como los sionistas querían que procediera.

Si bien es cierto que ninguno de nosotros podía argumentar que el Libro Blanco era un instrumento político perfecto sin falla alguna, no podíamos negar, a la vez, que en él se efectuaban cambios drásticos a las políticas despóticas que hasta el momento habían gobernado a Palestina, y que marcaba un punto de inflexión en la historia de Palestina. Los catorce miembros sintieron que no podían dejar de lado una política que ponía fin al establecimiento de un hogar nacional judío en Palestina, y que no se podía rechazar a conciencia una política que había anulado el establecimiento de un Estado sionista apoyado por la Comisión Real y adoptado por el Gobierno británico. Y qué derecho tenemos nosotros de descartar una política que estipula que:

Después del transcurso de cinco años y de la admisión de los 75 000 inmigrantes contemplados, el Gobierno de Su Majestad no tendrá justificación para facilitar el desarrollo posterior del ‘hogar nacional judío’ mediante la inmigración, ni estará obligado a hacerlo.

¿Acaso esta declaración no ponía fin al desarrollo del hogar nacional judío y a la Declaración Balfour? ¿Y qué pretendemos ganar nosotros, árabes de Palestina, al descartar una política de esta índole?
Transcurrió otra semana de discusiones agitadas en el seno del Comité, sin ningún resultado tangible. Hajj Ameen argumentaba continuamente que el Libro Blanco contenía demasiadas lagunas y ambigüedades como para beneficiarlos; que el ‘período de transición de diez años’ era demasiado largo y que ‘el estatus especial de la creación del hogar nacional judío era demasiado ambiguo como para aceptarlo’. Planteó otras objeciones que las limitaciones de espacio no me permiten registrar; no obstante, en su conjunto, no eran lo suficientemente importantes como para permitir que se desestimara totalmente una política que nos otorga nuestras exigencias principales, que pone fin a nuestras incertidumbres en torno al futuro, y que nuestros enemigos simplemente anhelan abolir”.

  1. Issa Khalaf, Politics in Palestine Arab Factionalism and Social Disintegration, 1939-1948, Albany, 1991, pp. 309-310.