Jewish Publication Society. JPS Hebrew-English Tanakh: The Traditional Hebrew Text and the New JPS Translation. Filadelfia: Jewish Publication Society, 2003.

El apego de los judíos por la Tierra de Israel, de forma parecida al judaísmo mismo, ha evolucionado a lo largo de la historia y ha cambiado con respecto al entorno y las situaciones de tiempo y espacio. Las alianzas hechas entre Dios y el pueblo judío, según se registran en la Biblia y que aquí presentamos, revelan los orígenes de este cambio y ayudan a explicarlo. A medida que el pueblo pasaba de ser una tribu de antepasados y antepasadas a ser una nación con leyes, lo mismo sucedía con su relación tanto con Dios como con la tierra. De este modo, las nueve alianzas pueden dividirse en dos secciones diferentes: previas y posteriores al exilio de Egipto y la recepción de las leyes en el Sinaí.

Las primeras cinco alianzas, todas pertenecientes al libro del Génesis, presentan una relación básicamente “triádica” entre Dios, el pueblo y la tierra. En estas alianzas, las promesas de Dios a los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob se muestran como incondicionales y eternas: sus descendientes vivirán en la tierra, cosecharán los beneficios que Dios les prometió, concretamente, que se multiplicarán y serán bendecidos por otras naciones (o que otras naciones serán bendecidas a través de ellos).

Después del Éxodo desde Egipto y el posterior recepción de las Leyes en el Sinaí, el cambio de estado del pueblo en una nación exigía un tipo de acuerdo distinto, uno con un enfoque diferente. Una vez que hubo un conjunto de leyes diseñado para mantener la cohesión en el pueblo y guiar su comportamiento, el hecho de estar en la tierra ya no se presenta como una promesa incondicional. A partir del libro del Éxodo, emerge una alianza triádica distinta entre Dios, el pueblo y la Ley (o Torá). En estas alianzas, el hecho de conservar la tierra pasa a depender de la observación de las leyes que Dios había dado a su pueblo. En lugar de ser una parte esencial de la alianza, la presencia en la tierra se convierte en una de las recompensas de la nueva tríada: siempre y cuando el pueblo permanezca fiel tanto a Dios como a la ley, permanecerá en la tierra. Si el pueblo está en el exilio, será porque haya abandonado la ley, y su regreso a la tierra dependerá de una vuelta a la observancia de las leyes.

En ambas tríadas, la tierra es fundamental para las alianzas entre Dios y el pueblo: estar en la tierra es positivo y el exilio representa la ira divina Aunque el hecho de estar en la tierra esté condicionado por el cumplimiento de la ley, Dios nunca abandona al pueblo. Así se representa la fusión del aspecto eterno de las alianzas patriarcales y el aspecto condicional de las alianzas posteriores al Sinaí. La promesa de arrepentimiento y la oportunidad de regresar a la ley de Dios equivalen a una oportunidad eterna de volver a la tierra: la tierra es el escenario donde se representa la alianza del Sinaí.

Este cambio se confirmó durante el período posterior a la destrucción del Primer Templo en el 586 a.E.C. a manos de los babilonios. Los judíos se enfrentaron a la crisis del exilio y la supervivencia fuera de la tierra, y su regreso a la tierra poco después bajo el dominio de los persas validó esta visión de su alianza con Dios: el regreso siempre es posible. Durante el período del Segundo Templo, la tierra se convirtió en un centro para una nueva diáspora emergente que se expandía bajo el imperio persa, el griego y el romano. Los judíos por todo

Oriente Próximo veían en la tierra, y especialmente en Jerusalén y su Templo, su tierra natal y su derecho natural aunque vivieran en otros lugares. Cuando se destruyó el Segundo Templo en el 70 E.C., la reacción inmediata de la mayoría de los judíos fue ver esto como otro ejemplo de las alianzas bíblicas y siendo el exilio algo temporal y el regreso, inminente.

Pero la historia a partir del siglo II E.C. exigía otro cambio de ideología, uno que duraría hasta la aparición del movimiento sionista en el siglo XIX. Una serie de levantamientos fallidos que se libraron contra los romanos con el objetivo de recuperar la tierra, socavaron la creencia de que el regreso a la tierra llegaría pronto, tal y como había ocurrido en el pasado. En particular, la desastrosa revuelta de Bar Kojbá entre el 132 y el 135 E.C., en la que, según fuentes romanas, murieron 580.000 judíos en el campo de batalla y la tierra quedó devastada, exigió un cambio. Después de esta gran tragedia, los rabinos cambiaron el énfasis hacia la Tierra de Israel y la transformaron en un objeto de esperanza mesiánica. Enfatizaron tanto la conexión espiritual entre los judíos y la tierra como un regreso que llegaría debido a una milagrosa intervención divina. Este futuro utópico dependía, como siempre, de que los judíos observaran las leyes de la Torá, pero ellos serían testigos del drama histórico. Este menor énfasis en la iniciativa humana es coherente con las cuatro últimas alianzas bíblicas que se presentan aquí y que pasa a ser predominante en la liturgia y la plegaria judías.

Esta creencia, según la cual el regreso a Israel dependía exclusivamente de la observancia de la ley judía, también sería central en la oposición de muchos judíos religiosos al movimiento sionista. Tomando como base las alianzas posteriores al Sinaí y al cambio ideológico de los rabinos en los siglos I y II, estos judíos religiosos se oponían a un regreso a la tierra por iniciativa humana y al concepto de que los judíos no observantes volvieran a la tierra. De hecho, el sionismo del siglo XIX consiguió atraer principalmente a judíos no observantes, que compusieron la columna vertebral ideológica y demográfica para la evolución del sionismo moderno y del Estado de Israel.

Ken Stein, enero de 2015

  1. Génesis 12:1-31

El Señor dijo a Abraham: “Deja tu tierra natal y la casa de tu padre y ve al país que yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra”.

  1. Génesis 12:7

Entonces el Señor se apareció a Abraham y le dijo: “Yo daré esta tierra a tu descendencia”. Allí Abrám erigió un altar al Señor, que se le había aparecido.

3. Génesis 13:14-17

El Señor dijo a Abraham, después que Lot se separó de él: “Levanta los ojos, y desde el lugar donde estás, mira hacia el norte y el sur, hacia el este y el oeste, porque toda la

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tierra que alcances a ver, te la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Yo haré que tu descendencia sea numerosa como el polvo de la tierra. Si alguien puede contar los granos de polvo, también podrá contar tu descendencia. Ahora recorre el país a lo largo y a lo ancho, porque yo te lo daré”.

4. Génesis 26:1-5

Luego, aquella región volvió a padecer hambre… e Isaac se fue a Guerar, donde estaba Abimélec, el rey de los filisteos. El Señor se le apareció y le dijo: “No bajes a Egipto; quédate en el lugar que yo te indicaré. Ahora residirás por un tiempo en este país extranjero, pero yo estaré contigo y te bendeciré. Porque te daré todas estas tierras, a ti y a tu descendencia, para cumplir el juramento que hice a tu padre Abraham. Yo multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y le daré todos estos territorios, de manera que por ella se bendecirán todas las naciones de la tierra. Haré esto en premio a la obediencia de Abraham, que observó mis órdenes y mis mandamientos, mis preceptos y mis instrucciones”.

5. Génesis 28:13-15

Y el Señor, de pie junto a él [Jacob], le decía: “Yo soy el Señor, el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac. A ti y a tu descendencia les daré la tierra donde estás acostado. Tu descendencia será numerosa como el polvo de la tierra; te extenderás hacia el este y el oeste, el norte y el sur; y por ti y tu descendencia, se bendecirán todas las familias de la tierra. Yo estoy contigo: te protegeré dondequiera que vayas, y te haré volver a esta tierra. No te abandonaré hasta haber cumplido todo lo que te prometo”.

6. Éxodo 19:3-6

Moisés subió a encontrarse con Dios. El Señor lo llamó desde la montaña y le dijo: “Habla en estos términos a la casa de Jacob y anuncia este mensaje a los israelitas: “Ustedes han visto cómo traté a Egipto, y cómo los conduje sobre alas de águila y los traje hasta mí. Ahora, si escuchan mi voz y observan mi alianza, serán mi propiedad exclusiva entre todos los pueblos, porque toda la tierra me pertenece. Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación que me está consagrada”.

  1. Levítico 18:24-30

No se harán impuros de ninguna de esas maneras, porque así lo hicieron las naciones que yo voy a expulsar delante de ustedes, y por eso el país quedó profanado. Yo les he pedido cuenta de su iniquidad, y el país ha vomitado a sus habitantes. Pero ustedes observarán mis preceptos y mis leyes, y no cometerán ninguna de esas abominaciones, tanto el nativo como el extranjero que resida en medio de ustedes. Porque todas esas abominaciones fueron cometidas por los hombres que habitaron el país antes que ustedes, y por eso el país ha sido profanado. Que la tierra no los tenga que vomitar también a ustedes, a causa de sus impurezas, como vomitó a la nación que estaba antes que ustedes. Porque todo el que cometa una de esas abominaciones será excluido de su pueblo. Cumplan, entonces, mis prescripciones, y no hagan ninguna de esas cosas abominables que se hicieron antes,

y así no se harán impuros a causa de ellas. Yo soy el Señor, su Dios.

  1. Levítico 26:40-45

Entonces [los israelitas] confesarán las culpas, que ellos y sus padres cometieron por haberme sido infieles, y sobre todo, por haberse puesto contra mí. Pero yo también me pondré contra ellos y los llevaré al país de sus enemigos. Así se humillará su corazón incircunciso y pagarán sus culpas. Yo me acordaré de mi alianza con Jacob, con Isaac y con Abraham, y me acordaré de la tierra. Pero antes, la tierra quedará abandonada y pagará los años sabáticos que adeuda, mientras esté desolada por la ausencia de ellos; y también ellos pagarán sus culpas, ya que despreciaron mis leyes y sintieron aversión por mis preceptos. Pero aún entonces, cuando estén en la tierra de sus enemigos, yo no los rechazaré ni sentiré aversión por ellos hasta el punto de aniquilarlos y de anular mi alianza con ellos: porque yo soy el Señor, su Dios. Me acordaré en favor de ellos de la alianza que establecí con sus antepasados, con los que hice salir de Egipto a la vista de las naciones para ser su Dios. Yo, el Señor. Estos son los preceptos, las leyes y las instrucciones que el Señor estableció entre él y los israelitas sobre la montaña del Sinaí, por intermedio de Moisés.

  1. Deuteronomio 30:1-5

Cuando te sucedan todas estas cosas –la bendición y la maldición que he puesto delante de ti– si las meditas en tu corazón en medio de las naciones donde el Señor, tu Dios, te habrá arrojado, si te conviertes al Señor, tu Dios, y tú y tus hijos le obedecen con todo su corazón y con toda su alma, exactamente como hoy te lo ordeno, entonces el Señor, tu Dios, cambiará tu suerte y tendrá misericordia de ti. Él te volverá a reunir de entre todos los pueblos por donde te había dispersado. Aunque tus desterrados se encuentren en los confines del cielo, de allí el Señor, tu Dios, te volverá a reunir, de allí te tomará. Él te hará entrar en la tierra que poseyeron tus padres, y tú también la poseerás; y hará que seas más feliz y numeroso que tus padres.