Para lograr que un estado judío moderno se desenvuelva, dos requisitos físicos fueron necesarios: una población y un territorio. La inmigración y la adquisición de tierras llevó al sionismo a la realidad. Ambos fueron el oxígeno para el desarrollo de la nación. Crear establecimientos e instituciones, colocar las tuberías de agua y los caminos, expandir los almacenes, construir escuelas y contratar a maestros, crear instalaciones médicas, expandir las áreas urbanas, desarrollar instituciones políticas, sociales y culturales de auto-gobierno, y revivir al hebreo como idioma hablado reflejaron un dinamismo proactivo.